Duele sentirlo, pero es así. En tiempo del nefasto dictador, a los ahora abuelos como un servidor que osábamos expresarnos en nuestra tantas veces escarnecida lengua, se nos soltaba el: “habla en cristiano”. Era el santo y seña, el aviso, el Kontus de muchos hispano hablantes, navarros..., ¿de sangre o de conveniencia?
En aquellas lamentables décadas, donde ser vasco era una infamia, nos veíamos fuera de sitio, engorrosos, tocapelotas...
El hecho de que tales tiempos parezcan periclitados no significa que la lingua navarrorum haya recuperado el lugar que merece. La grandeza de un patrimonio espiritual e histórico, tan único como asombroso.
Nos imaginamos la tristeza de Sancho el Sabio de concebir a esos, no pocos navarros, a quienes con tanto odio como ignorancia se les atraganta gure hizkuntza.
No voy a analizar lo que culturalmente significa que estos supuestos patriotas desprecien, incluso odien, algo tan básico para cualquier cultura como su propia lengua. Algo surgido desde las entrañas y las raíces de los artífices de Navarra.
Probablemente sea por desconocimiento de nuestra historia, por razones políticas o por intereses inconfesables... Quizás sea esta la razón por la que se han comprometido con otros relatos e intereses ajenos o funestos a todo lo que irradia espíritu y mera esencia vasca.
La gravedad de esta realidad no estriba sólo en que tal desprecio a nuestra lengua parta de gente inculta o políticamente mangoneada. Lo más inconcebible es que tal desprecio o indiferencia se dé en personas de una supuesta formación humana que, para más inri, manejan la cultura, la política y el dinero de los navarros.
Los que con sudor y lágrimas hemos pasado una vida luchando por la recuperación de tan preciada joya como es nuestra hiskuntza, no entendemos algunos profundos agravios.
Por ejemplo, que su conocimiento sea valorado con el mismo criterio de otros idiomas, que bienvenidos sean, pero que ni son sangre de nuestros antepasados ni carne de nuestra cultura. Eso no demuestra en nuestros gobernantes el más mínimo interés en su recuperación.
Claro, si tengo en cuenta que la recuperación de nuestro euskera ha sido toda una travesía por rutas de cantos y abrojos, no sé de qué me extraño por la conducta de cierta gobernanza.
Pues a pesar de todo esto, todavía no consigo la luz suficiente para hallar una respuesta coherente a mi pregunta inicial: ¿Por qué a tantos navarros se les atraganta el euskera? Ni que nuestra lengua escupiera cianuro...