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Tribunas

Aquí nunca pasa nada

Aquí nunca pasa nadaPatxi Cascante

Pasan los años y seguimos conmemorando el día 25 de noviembre año tras año sin reducir las cifras de violencia, sin reducir el número de hombres que se adscriben a la violencia machista en sus múltiples formas como forma de relacionarse con las mujeres a nivel afectivo, a nivel sexual, a nivel laboral, a nivel social…

Cada año damos mayor visibilidad a la multitud de manifestaciones de la violencia machista, por fin, estamos identificando como violencia sexual, todas aquellas expresiones violentas que hasta ahora habíamos normalizado en nuestras vidas, los tocamientos, el acoso, ver coartada nuestra libertad, la irrupción en los espacios de ocio para imponer su voluntad sin respetar nuestros deseos…

Como sociedad estamos exigiendo cambios drásticos en las relaciones de los hombres hacia las mujeres, pedimos unas relaciones donde no existan las humillaciones, las vejaciones, los insultos, los desprecios o el control sobre nuestros movimientos, sobre nuestro modo de vestir, sobre las relaciones con nuestras amistades, sobre nuestras redes sociales, sobre nuestros espacios de ocio, en definitiva, sobre cualquiera de los ámbitos de nuestra vida. Exigimos unas relaciones donde no se nos tache de locas y sin sentido del humor por evidenciar la desigualdad, el control, la misoginia y la violencia estructural.

Hemos logrado que algunos hombres rechacen este modo de relación de los hombres hacia las mujeres y lleguen a posicionarse denunciando todos estos comportamientos violentos como intolerables e indeseables, desmarcándose así de seguir siendo cómplices de los hombres que prefieren imponer sus privilegios a pactar sus relaciones a considerar iguales a sus hermanas, compañeras, madres, amigas, novias, en definitiva, a todas las mujeres.

Sin embargo, cada año hay más denuncias por violencia de pareja, por violencia sexual, por acoso laboral, por explotación sexual y trata. Y estas cifras son tan solo la punta del iceberg, porque la inmensa mayoría de la violencia contra las mujeres no se denuncia. Más del 80% de la violencia contra las mujeres permanece sin denunciar.

Cabe preguntarse entonces cómo es posible que nos desmarquemos de la violencia hacia las mujeres y que toleremos que persista la pornografía, esa estructura donde los jóvenes se educan, no solo para tolerar la violencia hacia las mujeres, sino para ejercerla, porque en lugar de venderse como expresión clara de la violencia hacia las mujeres, se expone como forma de expresión de una sexualidad libremente ejercida. Los expertos en la materia dicen que desde los 8 años los niños ven pornografía donde se cosifica, somete, humilla, violenta y agrede a las mujeres con la única finalidad de satisfacer los deseos sexuales de los hombres. Nos preguntamos, ¿cómo vamos a lograr erradicar la violencia hacia las mujeres si estamos educando paralelamente a nuestros jóvenes en el establecimiento de relaciones de violencia?

Cuestionar el sistema patriarcal supone cuestionar todas las estructuras que permiten que los hombres sigan violentando, acosando, sometiendo y humillando a las mujeres con las que se relacionan, aunque lo vistan de postmodernidad, de nuevas tecnologías, incluso de un nuevo modelo de relaciones y, a pesar de que nosotras, lo aceptemos porque es lo que se espera de nosotras.

Todo este modelo dual donde cuestionamos como sociedad a los hombres violentos, pero les educamos para que sigan considerando normal violentar nuestras vidas, trasciende del ámbito personal al ámbito social, en la escuela, en el trabajo, en la judicatura, en cualquiera de los ámbitos de nuestra sociedad e instituciones.

Por ello, otra de las expresiones de la violencia hacia las mujeres, la explotación sexual de miles de mujeres y niñas en todo el mundo, la denominada esclavitud del siglo XXI, persiste cada día al lado de nuestras vidas sin caer en la cuenta de que son miles los jóvenes y no tan jóvenes, que acuden cada día a los pisos, a los clubes, a las páginas de contactos creadas por el sistema prostitucional en las redes sociales para exigir lo que quieren, cómo y cuándo quieren, prescindiendo de las circunstancias personales y de los deseos de las mujeres que se ven obligadas a satisfacerlos. En esta ocasión, los hombres actúan no sólo para imponer con su poder sus deseos, sino que es su dinero el que sirve para socavar la vida de miles de mujeres con total impunidad. La explotación sexual, la prostitución, la trata de mujeres con fines de explotación sexual son las expresiones más claras de los vínculos existentes entre el patriarcado y el neoliberalismo.

La compañía teatral Teatro Sin Papeles estrenará este viernes 22 de noviembre a las 19 horas en Pamplona en la Escuela Navarra de Teatro la obra Aquí nunca pasa nada, para denunciar la explotación sexual de miles de mujeres en nuestras ciudades, así como la impunidad judicial existente en torno al delito de trata con fines de explotación sexual.

Cuando la explotación sexual de miles de mujeres y niñas salpica a políticos, jueces, empresarios y policías, golpea a las instituciones encargadas de gestionar el poder político, económico y social, se construye un sistema de impunidad que impide que la acción de la justicia recaiga sobre sus autores.

La obra de teatro expone un problema de rabiosa actualidad como es los comportamientos violentos de los hombres, como es la contribución que como sociedad y como instituciones del Estado venimos haciendo para perpetuar la explotación sexual de las mujeres. Y lo hace a través del emblemático caso carioca un ejemplo real de todo ello.

En nuestras manos está dotarnos individual y colectivamente de un pensamiento crítico que permita modificar conductas y eliminar los obstáculos que impiden responder adecuadamente como sociedad cuando se vulneran los derechos humanos de miles de mujeres y niñas. Mirar para otro lado, desatender a nuestras hermanas, tan solo sirve para aumentar el clima de impunidad en que los hombres irrumpen cada día en la vida de las mujeres, violentando nuestros cuerpos y nuestras vidas.

La obra teatral ha sido sufragada por la asociación feminista Ehuleak con cargo a las subvenciones de Igualdad del Ayuntamiento de Pamplona, INAI y del Instituto de Salud Pública de Navarra es una gran oportunidad para lograr a través de la cultura una reflexión colectiva sobre los mecanismos que operan en cualquier forma de opresión y violencia ejercida por los hombres hacia las mujeres en nuestra sociedad.

La autora es representante de la Asociación Feminista Ehuleak