Cuando nos acercamos a la realidad de las personas que tienen una discapacidad, lo primero que viene a nuestra atención son los cuidados. Que la persona esté bien atendida, que los recursos sanitarios, educativos, sociales, cubran sus necesidades. Que tenga calidad de vida y en una visión más amplia que los cuidados y la calidad de atención alcancen también a su círculo de apoyo. Y que se mantengan a lo largo de su vida. Nos acercamos a la discapacidad desde un enfoque de atención, de protección, y en el mejor de los casos, de fomento de su autonomía.

Hoy os invito a pensar en las personas con discapacidad como ciudadanos y ciudadanas de pleno derecho. Como personas imprescindibles, que aportan a la sociedad de la que forman parte. Una mirada desde el paradigma de sus derechos y sus obligaciones.

La Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad aprobada por la ONU en 2006 y en vigor desde 2008, ratificada por nuestro país, ha impulsado una línea de trabajo para que los derechos sean una realidad.

Queda trabajo para que, lo que la ley reconoce, se plasme en prácticas concretas que hagan ese derecho, una realidad. Es necesario un cambio de mirada hacia las personas con discapacidad. Un reconocimiento de que la situación de discapacidad tiene que ver no sólo con las necesidades de un sector de la población, sino con las exigencias sociales respecto a esas personas. Y respecto a su entorno.

No se pueden obviar los grandes avances que se han producido desde el siglo pasado, pero aún falta más conciencia de la responsabilidad compartida en una sociedad poco inclusiva y poco accesible. Desde la experiencia de trabajar con personas con discapacidad intelectual, creemos que es posible construir entornos más comprensibles, más amables, en los que la capacidad de atención, escucha, cuidado, facilite el acercamiento a personas que necesitan apoyos para convivir en nuestros pueblos y ciudades.

En eso está la clave. En saber qué apoyos necesita cada persona, no sólo para mejorar su calidad de vida, sino para ser mejores ciudadanos/as. Con los apoyos necesarios, sostenidos el tiempo suficiente, todas las personas pueden mejorar. Y si fuéramos capaces de construir una sociedad más acogedora y comprensiva, diseñada desde el conocimiento de todas las personas, con sus características, dificultades y habilidades, todos viviríamos mejor.

El reto es desarrollar herramientas, facilitar valoraciones ajustadas de necesidad de apoyos, para que después se puedan implantar con éxito los programas de atención centrados en la persona. Medidas de atención, de apoyos a la capacidad, de fomento de la participación, todo será posible si se trabaja en equipo y se coordinan los esfuerzos. Se conseguirá. Y si las propias personas con discapacidad hacen oír su voz, si las escuchamos, si atendemos a sus familias, facilitaremos su participación. Sólo es ponerse a ello, con una mirada diferente. Tienen derechos que entre todos podemos hacer realidad. Harán falta recursos económicos, el apoyo de las instituciones, y la firme convicción de la sociedad de que, considerando a todas las personas, seremos una sociedad más justa, sostenible y solidaria.

La autora es presidenta de A Tu Lado Zurekin Cooperativa de Iniciativa Social