Soledad íntima que conocemos bien y va en aumento, de tantas personas que sufren este problema, incluso con gente con la que relacionarse mientras encubren una incomunicación en sus relaciones. No es suficiente tener alguien al lado. El desafío de cuidarnos bien supone responder también a las necesidades de relación, tanto a nivel familiar como social. Las redes sociales maquillan el problema al conseguir que estemos inter conectados pero mal comunicados, sin la necesaria relación de calidad presencial.

El problema añadido es que muchos suicidios pasan por accidentes fortuitos para ocultar la verdadera causa de la muerte por el estigma asociado que empuja a algunos familiares a ocultar la verdadera causa de la muerte. El gran problema es que el suicidio sigue siendo socialmente invisible. No se habla de ello, luego “no existe”.

Estamos ante una realidad tan antigua, al menos como el Imperio Medio egipcio, del que conocemos un poema escrito hace 4.000 años referido al suicidio. Es difícil asimilar el final de una persona cercana como un acto deliberado de autodestrucción. Estamos ante una opción extrema que deja a las personas cercanas un poso de culpa pensando en lo que se podría haber hecho para evitar el suicidio. Por tanto, el duelo se hace más difícil ante un hecho violento voluntario e inesperado.

Probablemente el aislamiento, la soledad y la falta de motivos para levantarse cada día, abrazar y ser abrazados, o carecer la vida de sentido, expliquen este fenómeno. Sin olvidarnos de las personas relacionadas socialmente que se sienten mortalmente solas. Y todo este colapso interior se vive generalmente en secreto. Algunos consideran el suicidio un acto de valentía, pero ningún experto entiende que deba plantearse como una solución racional o inteligente. Lo natural es querer vivir. Incluso existe un día mundial para la prevención del suicidio para visibilizar este escape del sufrimiento, al menos en muchos casos.

¿Es que antaño no había razones dolorosas suficientes para quitarse de en medio? ¿Tenemos menos defensas? El miedo, la vergüenza, la culpa a la hora de afrontar el problema, deben dejar paso a verbalizar los sentimientos como medio de liberación y prevención eficaz.

En los casos de suicidio, la OMS y las asociaciones de quienes han vivido cerca la trágica experiencia apuestan por no refugiarse en el silencio informativo. Lo adecuado desde el mundo de la prevención es la divulgación de la máxima información sobre el riesgo que queremos prevenir. La información constante sobre los accidentes de tráfico, el cáncer y ahora con la violencia de género logra la conciencia social del problema, lo mismo debiera ocurrir con las muertes suicidas. Es una obviedad que lo que no se publica no existe. Aun así, y pesar del acuerdo generalizado de que hay que hablar más del suicidio, apenas se habla salvo que estemos ante el caso de una persona famosa, en cuyo caso la información tiene que ver más con el sensacionalismo. Y con personas famosas mediante, el peligro es la conducta imitativa o “efecto Werther”.

Ni silencio ni sensacionalismo. El problema de la autolisis no mejora con el empeño para dar la sensación de buen balance, sino compartiendo lo que nos machaca el ánimo. Escuchar salva. José Carlos Bermejo afirma que la escucha es la herramienta con la que se puede evitar la muerte social, la soledad.

Celebremos que acaba de aprobarse el primer plan estatal de prevención del suicidio 2025-2027 con una dotación inicial de 18 millones de euros. Dicho plan recoge una demanda histórica de la sociedad dándole “una entidad propia” a la conducta suicida que ayude a entender mejor las causas y los factores de riesgo, así como a diseñar estrategias más efectivas. Por primera vez también, la salud mental se integra en los mecanismos de seguimiento y de alerta de la salud pública para detectar tendencias y responder de manera más ágil y coordinada. Sorprende que aún no existiera tal integración… Entre otros, se prevé la creación de equipos de atención al riesgo suicida en los servicios de salud mental de las comunidades autónomas vía telefónica y apoyo inmediato de acompañamiento a la persona que, demasiadas veces, lleva un problema asociado a la soledad.

La esperanza de vida aumenta, al igual que la incidencia de la soledad no querida tan negativa en la ideación suicida. No dejemos de insistir en la socialización del problema, en hablar más del tema ¡y escuchar! para desterrar todo lo que tenga que ver con el estigma. Es lo que necesitan quienes viven y sufren de cerca esta realidad.