Conservamos una fotografía que data, al parecer, del año 1898. Correspondería al día de la boda de mis bisabuelos Pedro José y Petra. El matrimonio tuvo siete hijos y, tras el fallecimiento de su esposa, él se casó con una viuda que aportó otros cuatro. Juntos, trajeron al mundo a cuatro más. Pero con quince niños, la familia estaba abocada a la pobreza. Vivían con estrecheces en aquel caserío de Guipúzcoa. Muchos años después le oí decir a una de las nietas de Pedro José, que el abuelo (aitxajauna, como dicen en el dialecto del euskera de la comarca) se podía haber hecho “un nudo en el pito”.

I - La maternidad y paternidad responsables resultan imprescindibles. Una tasa de fecundidad de 2,1 hijos por mujer, permitiría que la población se mantuviera estable. Al respecto, parece que el cotejar los datos de Wikipedia en distintos idiomas, ofrece una base de información suficientemente fiable. Conforme a ello, en los países más industrializados lo han logrado (incluso en exceso). La mayor parte tienen tasas inferiores. Es lo que sucede en Norteamérica, China, la Unión Europea, Japón o Corea del Sur. Concretamente la de España se halla tan sólo en 1,27. En el extremo opuesto, están las naciones más pobres. Níger muestra la tasa de fecundidad más alta del planeta: 6,82. Además de eso, es uno de los países más pobres.

En todo el mundo es necesaria la educación sexual y disponer de anticonceptivos. Para que lo decidan las madres y padres de forma voluntaria. Sin imposiciones del Estado, como se hizo en China y otras naciones. Algo que permita tener menos hijos, pero que dispongan de más atención y medios. Especialmente en la educación, que es la herramienta más efectiva para mejorar. Los países pobres no pueden seguir produciendo niños, que de allí a unos años tendrán como salida la emigración, frecuentemente en unas condiciones terribles.

El salir del atolladero producido por el cambio climático, la miseria y otros factores es tarea de todos. Pero en los países más pobres tienen que saber que la democracia y el bienestar no llegan solos. Desde la Revolución Francesa hay sociedades que llevan más de dos siglos en esta tarea.

II - También las naciones más ricas tienen que hacerse un nudo en otros aspectos. El actual modelo de desarrollo es insostenible. Aunque la población de los Estados Unidos de América no llega al 5% de la mundial, consumen un 30% de los recursos del planeta. Sucede algo similar en otros países desarrollados.

Resulta preciso disminuir y limitar ese consumo desaforado, que incrementa mucho el cambio climático. Además, en bastante medida no es necesario, sino que tiene un considerable componente exhibicionista. Como la competición absurda por la construcción de rascacielos cada vez más altos. En muchos de ellos, sobre los motivos racionales, están los de ese tipo. Son también monumentos fálicos, destinados a glorificar a sus promotores (y en menor escala a peones imprescindibles, como los arquitectos y otros técnicos). El más alto, edificado en Dubai, tiene 828 metros de altura. Se ha indicado que la torre de Jeddah, en construcción (aunque sus obras han estado suspendidas durante años), superará los 1.000 metros. No sería de extrañar que alguno de ellos colapsara, por razones estrictamente económicas.

III - Otra cuestión es la de la escalada militar. Para ello se combinan especialmente dos factores muy arraigados en los primates humanos: la búsqueda de un crecimiento sin límites y la agresividad. La cuestión se complica con el hecho de que gran parte de los Estados del mundo están regidos por dictaduras. Si Rusia fuera una democracia, no se hubiera producido la guerra de Ucrania. Putin está muy contento con su enorme Oreshnik (este misil tiene también un contenido simbólico) y sus amenazas de emplearlo con ojivas nucleares. Pero en ese caso tendría lugar una respuesta. Un conflicto generalizado podría suponer el fin de la humanidad.

Algo similar sucede en Oriente Medio. Israel es una democracia sólo para parte de la población (recuerda mucho a la Sudáfrica del apartheid) y en cuanto a los estados árabes de la zona, suelen estar regidos por dictaduras.

Entre las democracias, no se generan conflictos bélicos. No hay riesgo de que hoy se produzca una guerra entre el Reino Unido, Japón, España, los Estados Unidos o Francia (aunque mantuvieran varias en el pasado).

IV - El futuro de la humanidad es imprevisible. Pero resulta necesario armonizar el crecimiento personal con el interés social. Hay que trabajar unidos y de forma racional. En ningún campo interesa tanto como en éste la aplicación de los conocimientos científicos. Incluido, claro está, el de la psicología social.

Ante una realidad tan cambiante, son de interés los símbolos que caracterizan a un país, región o municipio, a veces desde hace siglos. Cuando hay consenso en su uso, refuerzan un cierto sentimiento grupal (que debe ser compatible con la libertad). Aluden al pasado de esa sociedad –que tiene, lógicamente, sus luces y sombras– y al deseo de que perdure en el porvenir.

Es necesario un compromiso general para que el mundo pueda tener futuro. Si en lugar de eso hay enfrentamientos, todos perderemos. No resulta tan difícil el hacer compatibles la felicidad personal con la responsabilidad hacia los demás.