Un día en la escuela infantil
Soy una niña de un año y empecé en la Escuela Infantil cuando tenía meses. Cada mañana, vengo acompañada de mi familia, y las educadoras siempre me reciben con amor. A veces, mi educadora preferida no está, aun así, siempre soy muy bien recibida.
¡Cómo me gusta ver a mis compañeros/as entrar en clase!
En ocasiones, vamos a la psicoaula, donde realizamos varias propuestas que nos ayudan en nuestro desarrollo físico y psicológico: damos brincos, volteretas, andamos descalzos/as sobre diferentes texturas… Pero lo que más me gusta es jugar con mis amigos y amigas. Es verdad que en ocasiones nos enfadamos, pero, ¡aprender a desenfadarse también forma parte del proceso! Otras veces, toca ir al taller; vamos en grupos pequeños y desarrollamos los sentidos jugando con luces, arcilla, sopa, pinturas, música y cajas de aromas. ¡Nos encanta el ambiente tan tranquilo y especial que se crea!
A continuación, nos reunimos en un corro. De vez en cuando cantamos, otras leemos un cuento; tras recobrar fuerzas y con la tripa llena, salimos al patio. Tenemos acceso directo desde nuestra aula, y es un espacio amplio con jardín, tobogán, columpio y laberinto, todo ello hecho a medida. ¡Menudos maratones y carcajadas nos echamos! Cuando llueve, vamos al patio cubierto o a la galería, donde también nos lo pasamos de maravilla gracias a los muebles pensados para nosotros/as. Vamos de lado a lado, o jugamos con los aros y balones, ¡es un no parar!
Cuando llega la hora de comer, nos limpiamos las manos y escuchamos un cuento o bailamos al son de la música en el aula mientras esperamos nuestro turno para ir al comedor, ya que hacemos turnos por edades. Seguidamente, vamos a la sala de la siesta; pero antes las educadoras se aseguran de cambiarnos el pañal y la ropa sucia en caso de que nos hayamos hecho caca. Y ahora sí, ¡a dormir! En cuanto la educadora me tapa con mi mantita, caigo rendida.
De repente, alguien se despierta; abro los ojos, y con gran esfuerzo, intento ponerme las zapatillas. Después, voy a la otra sala donde espero a mi familia con ilusión, deseosa de darles un abrazo. Es verdad que no todos los días son iguales, y que, en ocasiones, me siento sin ganas y enrabietada, pero gracias a la escuela, mis amigos/as, el personal de limpieza y a las educadoras, se me hace mucho más fácil darle la vuelta a todo ese torbellino.
Aunque hoy estoy preocupada. Ayer noté nerviosa a la gente de mi alrededor. Oí a mis padres decir que el Departamento de Educación quiere implantar un aula de dos años en el colegio Alaitz. Me asusté muchísimo con el solo hecho de pensar que el año que viene pudiera tocarme ir a ese aula; sin patio ni comedor, sin una psicoaula ni un taller, y lo que es peor, sin el resto de amigos/as y educadoras de la Escuela Infantil.
¿Cómo puede ser que, bajo pretexto de universalidad, se quiera tomar semejante decisión que vulnera nuestro bienestar, derechos y necesidades? Decisión que, sin duda, empeora las condiciones de las criaturas 0-3, así como de sus educadoras y que, además, perjudica a toda la comunidad educativa del colegio Alaitz. ¿En qué cabeza cabe tener dos aulas de 2 años en dos lugares diferentes, una en la Escuela Infantil y la otra en el colegio? ¿Acaso responde al principio de universalidad tener dos aulas de 2 años diferentes situadas muy próximas la una de la otra, pero en condiciones absolutamente opuestas? Sin duda, es insostenible defender el concepto de gratuidad educativa si no se garantizan las condiciones adecuadas para ello.
¡Aulas de 2 años en las Escuelas Infantiles!
* La autora es directora de la Escuela Infantil de Euskera de Barañáin, en representación de las directoras de las escuelas infantiles municipales de euskera de Ansoáin y Barañáin