Dimitri tiene 17 años y, como cualquier joven de su edad, le gusta salir, socializar y, sobre todo, practicar deporte. La diferencia es que Dimitri es ciego desde su nacimiento, lo que, como todo el mundo puede imaginar, hace que la movilidad por la ciudad sea un reto cotidiano. Un reto que ha decidido afrontar con una determinación admirable. Desde pequeño, y con la ayuda de Chus, trabajadora de la ONCE, Dimitri se ha capacitado para moverse por la ciudad de manera autónoma, utilizando el transporte público como medio para cumplir con sus actividades diarias: estudiar, entrenar y disfrutar de su tiempo libre.
Entre esas actividades se encuentran sus entrenamientos de judo y goalball con nuestro club, el Club Deportivo para Ciegos de Navarra, un espacio donde Dimitri se siente como en casa. Para poder llegar al colegio de Mendillorri, donde entrena a goalball (deporte en el que forma parte además de la selección española junior), Dimitri depende de la villavesa y, más concretamente, de una aplicación que le guía para saber cuándo y dónde debe bajarse. Sin embargo, lo que debería ser una herramienta de ayuda, en lugar de eso, se ha convertido en un obstáculo más. La aplicación, que debería ser precisa y fiable, no funciona como debería, y es algo que Dimitri ha experimentado en carne propia. No es raro que, por culpa de un fallo en la app, Dimitri se pase de parada y termine llegando tarde a su entrenamiento o, peor aún, que su entrenadora tenga que salir en su auxilio para asegurarse de que llega a tiempo.
Parece mentira que, a estas alturas, en pleno siglo XXI, en una ciudad moderna como Iruñea, el simple hecho de que una persona con discapacidad visual pueda llegar a su destino sin problemas se convierta en una heroicidad. ¿No estamos hablando de algo tan básico como que una persona pueda hacer deporte y disfrutarlo sin que lo conviertan en una gincana de obstáculos? Pero, claro, cuando las instituciones encargadas de garantizar la autonomía de las personas ciegas actúan de manera negligente, parece que todo se convierte en una misión casi imposible.
Y no estamos hablando de un caso aislado. No es solo Dimitri quien se ve afectado por estos fallos, sino también otros usuarios con discapacidad visual, quienes, al igual que él, tienen que enfrentarse a este tipo de problemas día tras día. Las quejas presentadas por el Club Deportivo para Ciegos de Navarra, así como por otras entidades como la ONCE, la Asociación Retina y Cermin, han caído en saco roto. Y, sinceramente, esto ya empieza a ser una broma de mal gusto.
No podemos seguir permitiendo que, por la incompetencia de algunos, lo que debería ser un derecho se convierta en una odisea. Porque Dimitri, como cualquier otro joven, tiene el derecho de practicar deporte, socializar y disfrutar de su tiempo libre sin que los problemas de movilidad se interpongan en su camino. ¿Qué es lo siguiente? ¿Prohibirle jugar al goalball porque se pasó de parada por un fallo de la aplicación? ¿O esperar a que las instituciones se den cuenta de que el deporte no debería ser una lucha diaria, sino una oportunidad para crecer y disfrutar?
Desde el Club Deportivo para Ciegos de Navarra exigimos a la Mancomunidad de la Comarca de Pamplona que actúe de inmediato y garantice el buen funcionamiento de las aplicaciones que facilitan la movilidad de las personas ciegas. Ya basta de hacer del deporte un reto aún más difícil. Exigimos que, para jóvenes como Dimitri, hacer deporte sea tan sencillo como subir al autobús y disfrutar de su pasión sin contratiempos. Queremos un deporte inclusivo, accesible y, sobre todo, sin obstáculos. Porque, al fin y al cabo, todo lo que queremos es lo mismo que cualquier otro deportista: disfrutar del juego, luchar por el éxito y, si se puede, ganar.
El autor es vicepresidente del Club Deportivo para Ciegos de Navarra