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‘Habeas corpus’

‘Habeas corpus’EP

No es frecuente y ello es su mayor virtud. Las elecciones municipales, particularmente las rurales, tienen especial relevancia. Ello es certero porque el voto está más condicionado por la persona que por el partido político subrogado al cual representa; cierto que cuando solo existe una candidatura, pues hay lo que hay, la libertad de elección se empequeñece.

El promotor de la candidatura, habitualmente cabeza de lista, suele tener visos de continuidad y ello requiere cierta picardía. El resto de la candidatura tiene la característica de bisoñez y una intencionalidad a prueba de malos presagios. Los primeros meses tras la toma de posesión parecen una cuadrilla de amigos: un café, quedada para la piscina y, también, quedada en el consistorio; el secretario municipal les llama plenos y les instaura cierto formalismo en las conclusiones que adoptan, a las que denominan Resoluciones.

Tras unos meses de comunión social y adolescencia en la gestión, el entusiasmo va decayendo. Si la candidatura es unitaria, los desacuerdos se retrasan, pero acaban surgiendo. De enhorabuenas, parabienes y apretón de manos se pasa en unos meses a distanciarse de la ciudadanía, a la que se deben. A no escuchar sus opiniones, a no sentir sus necesidades, a no contestar a sus escritos cuando las preocupaciones se formalizan en documentos con registro de entrada. Pareciera como si la ciudadanía sigue un camino y la corporación se volviera autista; la comunicación ciudadanía / ayuntamiento está cortada con una guillotina propia del sectarismo. Son dos entes autónomos, independientes, sin nexo de unión excepto en los funerales, con intereses divergentes y cada vez más alejados.

En el interregno entre el parabién y el autismo, empiezan las miradas de soslayo con la falta de saludo, finalizando en dimisiones. Primero una, luego otra y posteriormente varias, incluso de los reservas del listado electoral. Para evitar la parálisis municipal por falta de quorum, se recurre a una ley con 40 años de antigüedad (Ley Orgánica 5/1985, de 19 de junio) que normaliza que alguien no presentado en listas y por tanto no electo, no en igualdad de oportunidades, forme parte del consistorio. No se necesita ninguna poción mágica para cumplir los requisitos de acceso, quizás algún intangible adeudado. La normativa prioriza a la institución sobre el ciudadano pero a costa de tirar por la borda principios propios de otras latitudes.

La polarización del conmigo o contra mí hecha por tierra la neutralidad administrativa que se les supone. Es el momento de hacérselo mirar, aunque el partido avale y los (pocos)palmeros aumenten el sonido, aunque desacompasado.

Las razones que motivan a ello pueden ser de diversa índole: cansancio, falta de reconocimiento, problemas convecinales. Pero hay que considerar también aspectos de ego, ese sentimiento de sentirse diferente y superior, que se puede traducir por el yo se mejor que nadie lo que conviene, que muchas veces esconde una necesidad de preeminencia en el futuro.

Algunos (aspirantes) políticos, a medida que triunfan en sus partidos, se van alejando de los ciudadanos. Concluido el besamanos del cónclave autonómico, hay quien ha subido en el escalafón del partido y ha pasado de ser político del albero a halagador profesional, pero cercano a la estructura interna que decide el orden de listado profesionalizador del futuro. La ambición es humana, pero buscar exclusivamente la máxima ventaja en lo personal, está desacreditada. La confianza se trastoca en animal mitológico, sustituida por regurgitadores de argumentos ridículos e inverosímiles para apostar a caballo ganador, con lealtad y sumisión. Y siempre mirando hacia el suelo por miedo a la zancadilla y al traspiés.

El sueño erótico de los futuribles es vivir en una realidad paralela. La honradez ideológica se mantiene hasta que es menoscabada por la fascinación del poder y el vampirismo sustituye aquellos postulados que hicieron de la cercanía con la ciudadanía el leit motiv primigenio de la colaboración corporación municipal/ciudadanos.

El habeas corpus del procesionario político debiera potenciar la autoritas en detrimento de la potestas y potenciar la inversión en detrimento del gasto.

La desconfianza surge y surge para quedarse.