Es el lenguaje, amigos
Esta misma semana hemos declarado de forma oficial a 21 municipios navarros como zonas de mercado residencial tensionado para tratar de paliar el incremento de precios del mercado de la vivienda. Obviamente, como cualquier decisión o medida política, está sujeta a críticas, opiniones y oposición. Faltaría más, es la esencia de cualquier democracia.
Lo que no deja de fascinarme de las críticas de la oposición es que nos acusen de regular. Claro, para eso nos eligieron y en eso consiste en esencia la gestión pública. Nos presentamos a unas elecciones con un programa que hablaba de la declaración de zonas de mercado tensionado, acordamos con nuestros socios de gobierno un acuerdo programático donde se recogía la declaración de zonas de mercado tensionado y hemos declarado las zonas de mercado tensionado. Nos podrán acusar de muchas cosas, pero no de incoherencia.
Ya abordaré posteriormente el porqué de esta declaración, la necesidad imperiosa de tomar medidas en un sector en el que ha saltado por los aires el mantra liberal mil veces repetido de que “el mercado se regula solo” y permítanme que me centre en una cuestión que, a mi modo de entender es crucial, que es el lenguaje.
Nos acusan de regular, como si la falta de regulación no fuera una regulación en toda regla. En la comunidad de Madrid, icono de la derecha en materia de vivienda y que está llevando a miles de sus vecinos y vecinas a vivir en Toledo o Guadalajara, el mercado de la vivienda está perfectamente regulado, absolutamente regulado, totalmente controlado. La cuestión de fondo es si esta regulación parte de la administración pública persiguiendo el interés general y priorizando a la parte más vulnerable de la sociedad que no puede acceder al mercado libre de la vivienda o si lo regulan de facto los florentinos de turno, que son muchos y diversos a lo largo y ancho de la piel de toro cuyo único interés final son las cuentas de resultados de sus empresas.
Hay otro presunto axioma, tan falso como repetido, que todavía me fascina más que el de la regulación. Es el de hay que aumentar la oferta porque aumentando la oferta bajan los precios. Y este me fascina más porque es una receta ya probada y no es que fuera solo una receta fracasada, sino que nos llevó al mayor crack inmobiliario y a la mayor crisis económica de la historia de nuestro país, llevándose por delante a miles y miles de familias. Por eso me tengo que frotar los ojos cuando en el Parlamento escucho a portavoces de la derecha repetir una y otra vez este presunto axioma como si fuera una regla de tres infalible y obviando que la estrategia diseñado por Rato y Álvarez Cascos hace ahora 25 años ha sido el mayor fiasco económico de nuestra democracia y que, a día de hoy, todavía seguimos pagando.
Y lo tendrían fácil. Al mantra de que hay que aumentar la oferta le podrían añadir tan solo tres palabras que son de vivienda asequible y ahí llegaríamos a un acuerdo porque es lo que pretendemos con la declaración de zonas de mercado tensionado y otras muchas herramientas que estamos utilizando desde el Gobierno de Navarra.
Porque aquí no hay un problema de vivienda, hay un problema de vivienda asequible, que no es lo mismo. Yo puedo entender que los operadores privados busquen solo vender viviendas, independientemente de su precio o de que vayan a parar a nuevos inversores que automáticamente volverán a subir los precios para obtener rentabilidad y no se preocupen por la cohesión social y continúe creciendo el círculo vicioso que nos ha llevado hasta hoy, pero me resulta más complicado entender esta postura en representantes públicos. Porque lo que nos toca ahora, y desgraciadamente durante muchos años, es corregir los desmanes de ese mercado presuntamente no regulado pero que tenía las reglas muy claras.
Y ese es el objetivo de la Declaración de Zonas de Mercado Tensionado que no solo es la limitación a los precios del alquiler sino un compendio de herramientas, teniendo muy claro que ninguna por sí sola va a solucionar un problema de la magnitud del que enfrentamos, pero que sí que pueden ayudar a solucionarlo y darle la vuelta al actual ecosistema de acceso a la vivienda, un ecosistema generado a lo largo de décadas y que ha conseguido introducir en el imaginario colectivo a la vivienda como un bien de inversión en lugar de ser el primero de los derechos fundamentales, el de tener un techo donde guarecerse.
Herramientas como la limitación de precios, el aumento de las viviendas de la Bolsa de Alquiler, las promociones de alquiler social, las de alquiler asequible con la nueva empresa mixta, las viviendas colaborativas, la venta en derecho de superficie, sacar al mercado asequible las viviendas vacías, el servicio de mediación para dar seguridad jurídica tanto a inquilinos como a propietarios, la agilización de los trámites administrativos para recortar plazos, la apuesta por la rehabilitación y un compendio de medidas que, efectivamente, significan regular (esa palabra maldita para algunos), pero regular para la mayoría social.
Porque, en definitiva, y como explicaba de forma magistral el recientemente fallecido Pepe Mujica, “la política consiste en cortar el tocino por el lado más grueso para darlo a los que más lo necesitan, porque o estás con la mayoría o estás con la minoría. No se puede ser neutral, no hay término medio”. Aunque eso signifique regular.
La autora es vicepresidenta tercera del Gobierno de Navarra y consejera de Vivienda, Juventud y Políticas Migratorias