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La trastienda del cambio

La trastienda del cambio

Cuando en estos tiempos oigo hablar de liderazgo compartido o gobernanza colaborativa me viene a la memoria que lo que sucedió en la política navarra hace diez años anticipó estos conceptos en la forma de gestionar la cosa pública. El advenimiento de lo que se vino a conocer como “Gobierno del cambio”, como consecuencia de las elecciones municipales y forales del 24 de mayo de 2015, supuso una pequeña gran revolución en las políticas públicas que se desarrollaron a partir de entonces, pero también en la forma de funcionar y hacer política. Llegaba el tiempo del cuatripartito. Y tuve la suerte de vivir en primera persona este histórico momento asumiendo aquel año la responsabilidad de la dirección de EAJ-PNV en Nafarroa y estrenándome como novato en el Parlamento de Navarra.

Veníamos de una legislatura agónica, liderada por Yolanda Barcina, que se valió de la habitual muleta que había sostenido el régimen de UPN durante años: el PSN. Eran los tiempos del quesito. Un socio al que dio la patada apenas unos meses después de haberla aupado al sillón presidencial. Incapaz de sacar presupuestos, con una acción pública renqueante, sin mayoría parlamentaria, con una sociedad navarra que no se sentía representada por su política conservadora y prepotente. Olía a fin de ciclo. La pulsión en la calle era que lo que parecía imposible podía suceder aquella vez. Que llegaba el ocaso del corralito foral. Que las imágenes berlanguianas de inauguraciones como la del cuartel de Fitero, con dirigentes políticos muy españoles y de derechas acompañados de las fuerzas vivas, eran definitivamente cosa del pasado en una sociedad navarra plural y mayoritariamente progresista.

De la Navarra en blanco y negro a la Navarra de colores. A la Navarra de todos y todas. “Guztion Nafarroa”. También de los abertzales. Fue nuestro lema de campaña en la coalición Geroa Bai para aquellas elecciones forales: “Vamos a recuperar Navarra, una Navarra de todos y todas, para todos y todas”. Y el resultado electoral daba una oportunidad a esa amalgama de fuerzas políticas que concurrimos a las elecciones de 2015 en diferentes coaliciones para poder demostrar que éramos capaces de ponernos de acuerdo y gobernar de otra forma. La suma de Geroa Bai, EH Bildu, Podemos-Ahal Dugu e Izquierda-Ezkerra hacían matemáticamente posible una mayoría parlamentaria sin ser necesario un partido socialista que en el pasado reciente había dado la espantada, tanto en 2007 como en 2014. Era un reto. Muchos no daban un duro por ello. Teníamos que demostrar que no estábamos condenados a estar en la oposición y protestando. Había una mayoría social que nos interpelaba a estar a la altura del momento histórico.

Y fue posible. A pesar de que, como en mi caso, éramos advenedizos a quienes nos tocaba protagonizar la administración de aquel complicado y plural escenario desde el Parlamento. Normalmente los grandes momentos políticos e históricos se asocian con algunas caras en las que se pone el foco y que los simbolizan. El cambio de 2015 lo representó Uxue Barkos, a quien tocó asumir la responsabilidad de la presidencia del Gobierno de Navarra. Pero, más allá de una persona, creo que el cambio de 2015 tuvo una gran y maravillosa trastienda de gente diversa proveniente de culturas políticas muy diferentes capaces de ponernos de acuerdo y, de alguna manera, hacer Historia. Desde una posición más secundaria y discreta, pero imprescindible. En las instituciones y fuera de ellas.

En este sentido, la experiencia de la gestación en el Parlamento de Navarra del acuerdo programático para la Legislatura de 2015 a 2019 en los días posteriores a las elecciones fue una de las más enriquecedoras de mi andadura política. Una trayectoria que hasta entonces se había movido por el carril municipal, teniendo también que tejer acuerdos entre diferentes desde tiempos de la Agrupación Alsasuarra. Una gran escuela. La cultura política de EAJ-PNV en Nafarroa había sido también esa de trabajar con diferentes desde hace décadas, compartiendo coaliciones con Eusko Alkartasuna y posteriormente en Nafarroa Bai y Geroa Bai. Con mi propia experiencia y habiendo convivido con referentes como Urbiola, Agirrebengoa o Ayerdi que siempre tuvieron generosidad y compromiso para saber ceder protagonismo y renunciar a posiciones partidistas en favor de un bien mayor como el cambio que teníamos entre manos en aquel momento. Un cambio compartido y plural.

Recuerdo aquellas largas jornadas que fructificaron en un documento con ocho bloques y centenares de medias para ser desarrolladas en la nueva legislatura. Las interminables discusiones y trabajo en común de las cuatro fuerzas políticas para hacer el seguimiento de la acción de gobierno. Largos días y noches para elaborar y enmendar los presupuestos, aprobados todos los años desde entonces. Estabilidad institucional desde la pluralidad. Trabajando codo con codo con personas como Koldo, María, Isabel, Patxi, Jokin, Consuelo, Virginia, Rafa… compañeros de coalición. Pero también Bakartxo, Adolfo, Laura, Josemi, Ainhoa, Mikel, Marisa… Fue un modelo rompedor de gobierno dependiente de un multipartito en un momento en el que los gobiernos de coalición aún eran una rara avis que luego han ido proliferando en otras latitudes. Y un modelo muy cómplice y empático con la sociedad organizada del momento. De mucha explicación y pedagogía con muchas gentes que llevaban toda una vida de militancia opositora y pasaban a tener posibilidades reales de aportar a la acción de un gobierno.

Muchas horas, muchas discusiones y muchísimo trabajo. Pero una gran recompensa en forma de hitos que se fueron produciendo desde que aquella legislatura del cambio echó a andar. Como ver que una radio en euskera en Iruñerria acababa con una injustificable alegalidad. O ver los ojos vidriosos de tantos familiares de represaliados en la Guerra Civil por fin reconocidos institucionalmente en el atrio del Parlamento. O una aportación económica más justa y menos gravosa de Navarra al Estado. O avances reales del autogobierno para recuperar competencias históricas de Navarra como tráfico. O pasar de gobiernos que legislaban y actuaban contra su propia lengua –el euskera– a un gobierno que empezaba a avanzar en su normalización progresiva. O cómo 44 localidades salían de la zona no vascófona y pasaban a la mixta. O intentar esclarecer abusos del pasado como la desaparición de Caja Navarra. O poner en marcha políticas medioambientales pioneras en materia de residuos o economía circular. O crear por primera vez una estructura desde la Administración dirigida a buscar verdad, justicia y reparación para todas las víctimas de la violencia. O ver cómo la igualdad iba avanzando y la coeducación entraba en las aulas. O construir un nuevo modelo fiscal redistributivo. O apostar por el gasto social en sanidad, educación o derechos sociales después de años de recortes. O sentar las bases para una nueva ordenación del mapa municipal y dotar de suficiencia financiera y dinero para inversiones a las entidades locales. O combatir desde las instituciones la injusticia y la desproporción en casos como el de Altsasu. O volver a estar presentes en Europa. O recuperar las relaciones normalizadas con nuestros vecinos vascos de Araba, Gipuzkoa, Bizkaia e Iparralde… Estas y tantas otras cosas más.

Hoy parece que se consolidan modelos de gobierno de coalición entre diferentes, pero siempre hay riesgos de involución. Nada se puede dar por sentado en estos tiempos de polarización y populismos. La perspectiva de haber estado en el Parlamento desde 2015 en diferentes experiencias de gobierno compartido me hace constatar que, en diez años, las cosas han cambiado, pero no siempre a mejor. De hecho, el ritmo de avance y ampliación de derechos de la ciudadanía que supuso aquel Gobierno del cambio de 2015 se ha ralentizado en algunos aspectos. Hay, por tanto, trabajo por hacer y batallas en las que insistir de cara al futuro.

En cualquier caso, estos días me resulta inevitable volver la vista atrás y recordar aquellos apasionantes días de mayo de 2015. Lo hago con una sonrisa, con orgullo y con un punto de emoción por sentirme parte de aquel momento, junto a otra mucha gente. De aquella cocina de cuyos fogones salió el Gobierno del cambio. Supongo que será el orgullo de haber estado, como dice mi compañero de partido el consejero Irujo, en el lado correcto de la Historia.

El autor es presidente de EAJ-PNV Nafarroa, parlamentario foral de Geroa Bai desde 2015 y actual presidente del Parlamento de Navarra