Inmigración como construcción política
En el contexto de las elecciones europeas de 2024, los discursos sobre inmigración han vuelto al centro del escenario político. Partidos populistas y euroescépticos como AfDen Alemania, Vox en España o Rassemblement National en Francia han intensificado su narrativa sobre una supuesta crisis migratoria, presentando la llegada de personas migrantes como una amenaza para la identidad, la seguridad y la estabilidad económica de Europa. Sin embargo, los datos no respaldan del todo esa alarma. Lejos de un colapso, la mayoría de los países europeos enfrentan flujos migratorios gestionables y, en muchos casos, necesarios para sostener sus economías. Este artículo sostiene que la llamada crisis migratoria ha sido, en gran medida, una construcción política funcional al auge del populismo y del euroescepticismo. Pero la pregunta clave es: ¿hasta qué punto la crisis migratoria ha sido real, y hasta qué punto ha sido fabricada para debilitar a la Unión Europea?
El populismodebe entenderse como una forma de construir poder político a partir de un antagonismo central: el pueblo contra una élite corrupta y desconectada.Este tipo de discurso funciona a través de agrupar distintas frustraciones sociales en una narrativa común, donde los problemas no resueltos se constituyen como el resultado de la traición, en este caso, a todos los ciudadanos europeos. En toda esta unificación de quejas, la reivindicación de una actual crisis migratoria ha funcionado como el eje simbólico más eficaz. Hablar de “oleadas”, “invasiones” o “fronteras abiertas” no es preciso y no responde a un análisis riguroso de los flujos migratorios, e incluso supone negarse a su estudio. Este relato político busca ganar una masa de votos en unos sectores heterogéneos que, a su vez, están deseosos de experimentar un giro radical del espectro político sobre el cual la historia ya nos ha dado suficientes lecciones.
En este marco, la crisis migratoria no es una categoría objetiva ni una descripción precisa de un fenómeno social. Es una narrativa funcional que refuerza el rechazo a las instituciones europeas, legitima discursos nacionalistas y permite a determinados actores políticos presentarse como los únicos capaces de “defender al pueblo” frente a una amenaza fabricada.
Con el objetivo de darle claridad a todo lo mencionado, y para reafirmar que este relato no se queda en el plano simbólico podemos analizar cómo Vox ha construido buena parte de su discurso en torno al concepto de invasión migratoria y de riesgo de pérdida de los valores tradicionales que han regido el devenir de España. Los niveles de llegada de inmigrantes siguen bajando respecto a los años anteriores, y aun así el discurso no cambia. En Alemania, la AfD ha explotado el tema de los refugiados para impulsar su agenda anti-UE, situándose como segunda fuerza en algunas regiones. En Francia, Marine Le Pen insiste en vincular la inmigración con la inseguridad, presentando a la Unión Europea como un obstáculo para recuperar el control nacional. En todos estos casos los datos reales quedan subordinados a la eficacia del relato.
La Unión Europea, por su parte, ha respondido con medidas que oscilan entre el intento de cooperación intergubernamental y el refuerzo de políticas de control de fronteras. Sin embargo, al adoptar parte del lenguaje alarmista que impulsan estos actores hablando también de “presión migratoria” o “emergencias”, la propia UE contribuye, en ocasiones, a consolidar la narrativa que mina su legitimidad. El resultado es una paradoja política: los mismos actores que denuncian el fracaso de Europa ante la migración son los que más se benefician del modo en que esa migración se representa. No buscan resolver un problema real, sino mantenerlo vivo como amenaza, porque de esa amenaza extraen poder.
En definitiva, no existe una crisis migratoria en sentido técnico o estructural. Lo que sí existe es una construcción discursiva diseñada para movilizar emociones, generar enemigos y debilitar el proyecto europeo. Hoy más que nunca, desarrollar un pensamiento crítico e ir más allá de los discursos simplistas sobre fenómenos como el riesgo bélico y de seguridad y la migración es fundamental para proteger todo aquello que se ha logrado y que quieren destruir desde dentro. Y con esto no quiero decir que desmontar el relato populista suponga desentendernos del fenómeno migratorio y de los retos que plantea y planteará, sino rechazar su manipulación como herramienta de confrontación política. El reto no es migratorio sino democrático.