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Colaboración

Ana Frank en Gaza

Ana Frank en GazaE.P.

Ahora que llevamos ya casi dos años horrorizados por las atrocidades del Gobierno israelí contra la población civil palestina en Gaza, y especialmente por los miles de niños asesinados, he vuelto a leer el ya mítico Diario de Ana Frank.

Este diario universalmente aclamado de una niña judía adolescente de 13 años, comenzado el 14 de junio de 1942 y que se extiende hasta el primero de agosto de 1944, es un prodigio de espontaneidad, ligero a veces, con temas sobre la incómoda convivencia en un reducido espacio, y profundo otras veces con reflexiones de una madurez prematura. El carácter de Ana se revela como vivaz e incisivo anunciando una brillante personalidad de futuro.

Como se sabe, Ana, con sus padres y hermana mayor, se hallaban escondidos en un anexo que podríamos llamar trastienda, de un edificio comercial en una Amsterdam ocupada por los nazis en plena Segunda Guerra Mundial. La Gestapo, la temible policía hitleriana, llevaba hacía tiempo realizando redadas de judíos para conducirlos a los terribles campos de exterminio. La zozobra de los recluidos es grande y va en aumento según las noticias que a través de la radio y amigos abnegados se filtran habitualmente.

El grupo de los refugiados se compone de 8 personas, pues hay que mencionar también otro matrimonio judío, los Van Daan con su hijo Peter, y un octavo miembro de última hora. La descripción de los mismos es aguda y penetrante por parte de Ana.

A pesar de las evidentes incomodidades de vivir ocultos en intensa convivencia, privados de libertad, con dificultades crecientes de aprovisionamiento y aguantando los continuos bombardeos de los cazas británicos y sus enfrentamientos aéreos con los aviones alemanes, la vida transcurre con la angustia de ser detectados, pero con esperanza de que la guerra termine pronto y puedan reiniciar su vida libre anterior.

Las reflexiones, las quejas, los anhelos de Ana que se va ya convirtiendo en mujer e incluso enamorándose de Peter, nos hacen pensar que también habrá en Gaza hoy muchachitas vivaces y soñadoras, hermanas, que llevarán diarios, se quejarán de su falta de libertad, privación de comida, continuos bombardeos, y albergarán la esperanza de que cese el asedio y las continuas muertes, alcanzando pronto una paz necesaria.

También se nos ocurre pensar qué opinaría Ana de un gobierno judío que usara métodos análogos en crueldad a los de los nazis alemanes, con bombardeos continuos, desplazamientos inmisericordes de población, hambrunas lacerantes, ataques a hospitales, campos de refugiados, aniquilación de periodistas, ocupaciones de terrenos de palestinos o prohibiciones incluso de pescar o bañarse en el cercano mar.

En suma, aplicando medidas infames de crueldad indignas de un país civilizado, y lo que es peor, en total impunidad por el apoyo sin fisuras de los Estados Unidos y la tímida reacción de la Unión Europea, el núcleo de países defensores de los valores humanos y el Derecho Internacional, y que ni siquiera son capaces de dejar en suspenso el Tratado de Asociación entre la Unión Europea e Israel, que resultaría eficaz como medida de presión.

No es descabellado creer que Ana, perseguida por un régimen injusto y asesino, detectaría con profundo dolor, a pesar de sus raíces judías, la flagrante semejanza de esas políticas genocidas, en el caso nazi por aborrecer su raza judía y en el palestino por análogas razones de racismo y la ambición de Netanyahu de apoderarse de todo el territorio habitado legítimamente desde hace siglos por los palestinos, expulsándolos por la fuerza de sus tierras ancestrales.

Estamos convencidos que Ana se inclinaría por intentar parar esta barbarie represiva en Gaza, que tanto daño hace al judaísmo internacional, poniéndole al nivel de los estados o imperios que, con expulsiones, mentiras, pogromos y discriminaciones tanto dolor han ocasionado a los judíos a través de la historia.

Estamos seguros, sin embargo, de que Ana y su hermana de Gaza tendrían muy en cuenta el brutal ataque de Hamás del 7 de octubre del 2023, asesinando a sangre fría a más de 1.200 israelíes y tomando numerosos rehenes, en una matanza mundialmente reprobada. Pero una legítima represalia no se puede confundir con una aniquilación de más de 60.000 personas inocentes, entre ellas más de 20.000 niños.

El final de Ana fue, como sabemos, trágico, pues los ocho recluidos fueron capturados por la Gestapo y trasladados al campo de exterminio de Bergen-Belsen, en donde la joven Ana, de 15 años, falleció a consecuencia de las penalidades sufridas, en marzo de 1945. Solamente sobrevivió su padre.

Esperamos y lucharemos para que la niña del diario de Gaza, su hermana gazatí, recupere pronto su vida en paz y libertad.