Demasiado lejos
Hagamos un ejercicio de imaginación. Supongamos que dibujamos una línea sobre España que la divide en dos mitades y que un grupo de observadores las estudia durante un año. Imaginemos que descubren algo sorprendente: en una de esas mitades se producen el 92% de los asesinatos y homicidios y, también, en esa mitad están el 92% de todos los presos de España. En la otra mitad, tan solo el 8%. Es de suponer que, de suceder esto, quedaríamos impactados, nos llevaríamos las manos a la cabeza y exigiríamos a la Administración que investigara las causas de esa diferencia tan abismal y, a los políticos, que legislaran y aplicasen los medios necesarios para remediar esa situación cuanto antes.
Lo cierto es que no se trata de un ejercicio de imaginación, sino de la realidad. A la primera mitad la llamamos hombres y a la segunda, mujeres. Las cifras no difieren mucho en el resto del mundo. Hay que dejar claro que no existe un gen de la violencia, que la violencia no es innata. Por tanto, no existe un gen de la violencia que los hombres tengamos en nuestro ADN y que no lo tengan las mujeres. La violencia tiene carácter cultural y social. Como tal, se perpetúa a través de modelos relacionales y sociales que adquirimos por modelaje desde que nacemos. Son modelos violentos que condicionan desde lo local hasta lo global, desde las relaciones personales más íntimas, abarcando muchas otras esferas, como los modelos económicos imperantes, hasta llegar a las convulsas relaciones internacionales. En todos sus ámbitos de actuación, la violencia se ejerce mayormente por hombres para perpetuar el poder y los privilegios de la desigualdad que, mayormente, ostentan los hombres.
Ante la imposibilidad de abarcarlo todo, deseo centrarme en las violencias y desigualdades creadas por el machismo y el patriarcado y, concretamente, en el aumento de la actitud reaccionaria en los hombres jóvenes ante los avances en igualdad de género que destaca el último Barómetro Juventud y Género, del año 2023, un estudio que se realiza mediante encuestas a jóvenes, mujeres y hombres, entre 15 y 29 años. Mientras que el número de denuncias presentadas por violencia de género en 2024 en España fueron 199.094 (de media, un poco más de una denuncia cada tres minutos), el porcentaje de hombres encuestados que considera que el feminismo no es necesario porque ya existe igualdad ha crecido desde el 26,4% en 2021 al 34,7% en 2023. Y el porcentaje de hombres que considera que el feminismo busca perjudicar a los hombres ha subido desde el 24% en 2021 al 40,8% en 2023. Algo estamos haciendo muy mal y debemos trabajar para solucionarlo. Siendo la violencia ejercida mayoritariamente por los hombres un problema nuclear, sistémico, las actuaciones encaminadas a alcanzar la igualdad entre hombres y mujeres deben llegar hasta la raíz. No solo tienen que atender las consecuencias de la violencia, sino, además, sus causas profundas con el objetivo de eliminarlas. No se puede cambiar un problema sistémico actuando sobre la superficie únicamente, y creo que estamos ahí. Considero que la herramienta más potente que tenemos para alcanzar la igualdad es la educación y no se está utilizando lo suficiente.
Según una encuesta del CIS de 2024, la percepción de las mujeres sobre las desigualdades de género indica que el 67,2% de ellas cree que son grandes o bastantes grandes. Solo el 48,2% de los hombres lo cree así, no siendo está la opinión mayoritaria, porque casi la mitad de los hombres (el 49,2%) cree que las desigualdades son pequeñas o casi inexistentes, y un 44% de los hombres piensa que “el feminismo ha llegado demasiado lejos” en la promoción de la igualdad de las mujeres. Algo estamos haciendo muy mal. La realidad es otra. Los hombres, autores mayoritarios de la violencia ejercida en cualquier ámbito del mundo, llevamos milenios habiendo llegado demasiado lejos.