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Frenar el triunfo de las derechas extremas

Frenar el triunfo de las derechas extremasRodrigo Jiménez | EFE

Revisando mis últimas reflexiones, observo que en cada una de ellas y de diferente manera, advierto del peligro que supone el avance político, social y mediático de las derechas extremas, Vox y PP.

Las últimas encuestas nos indican dos elementos de alto riesgo: por un lado, la seguridad cada vez mayor de que su suma les daría para gobernar; por otro, que el peso específico de Vox sería cada vez mayor, pudiendo imponer al PP sus condiciones.

¿Qué supone eso? Que podemos dar como definitivo que estará en un gobierno de coalición, y que en el mismo tendrá una importancia mayor, incluyendo la posibilidad de ver a Abascal como vicepresidente de Feijóo.

No sé a quienes lean esta reflexión, sean de izquierdas, centro, nacionalistas e incluso derechas, qué les supone eso, a mí desde luego se me erizan los pelos según lo estoy escribiendo y no me veo viviendo en un país en esas circunstancias.

Cada vez, al asomarme por las mañanas a la actualidad, observo una mayor crispación, un mayor escoramiento de las derechas hacia posiciones más extremas.

Los veo mucho más racistas, xenófobos, intolerantes. Un PP antes de la derecha más o menos moderada se encuentra cada día más contagiado por el virus destructivo de Vox.

Todo lo que está ocurriendo con la emigración, con el odio al que viene de fuera, al diferente sea en raza, religión, opción sexual o ideológica, es cada vez más excluyente y destructivo.

Me preocupa especialmente que el virus esté afectando de manera más cruel a los más jóvenes, incluso a los más desfavorecidos.

Algo desde las izquierdas no estamos haciendo bien para que eso suceda, y no observo que algunos en su seno estén detectando las brillantes luces rojas con sirenas que nos lo advierten. Tampoco que quienes sí las observan den con la fórmula mágica para cambiar el sentido de la historia.

Sólo en las últimas horas ha ocurrido un acontecimiento que me ha hecho recuperar un mínimo de esperanza, me ha supuesto un pequeño alivio.

Lo ocurrido este fin de semana con la Vuelta Ciclista a España, lo que se iba larvando a lo largo y ancho de la geografía de este país durante estas tres semanas ha explosionado provocando que un sector de nuestra sociedad haya despertado de un largo sueño.

Ha tenido que ser precisamente con la solidaridad que una parte importante de nuestra sociedad, que hasta ahora la mostraba en petit comité, tiene con el pueblo palestino ante el horror de Gaza.

Con la condena mayoritaria frente al genocidio cruel que el Gobierno de Israel, dirigido por un asesino en serie como Netanyahu, está perpetrando en ese lugar. Por cierto, televisada en vivo y en directo.

Y lo mejor de este caso es que no es algo que tenga que ver con ser de izquierdas, sino que también se manifiesta en gentes de derechas o de centro, porque tiene que ver con un concepto moral superior; el respeto a los derechos humanos. Tiene que ver con la humanidad que tenga cada cual y no sólo con la ideología.

¿Es posible que lo ocurrido el domingo despierte conciencias? ¿Es posible que ese despertar pueda hacer poner el foco sobre el tremendo peligro de un gobierno de PP y Vox hasta ahora en penumbra?

Podría ocurrir, pero para ello es necesario, imprescindible, que los progresistas no se equivoquen en el diagnóstico y tampoco con el tratamiento, porque nos jugamos demasiado en ello.

Me aterroriza escuchar ciertos mensajes, especialmente en dirigentes de Podemos como Belarra o Montero, que intentan aprovecharlo con fines electoralistas cargando contra la otra parte de la izquierda.

A eso me refiero cuando advierto de no errar el diagnóstico ni el tratamiento.

No es así como se frena el peligro de unas derechas extremas.

Sólo desde la unidad de acción y reacción de los sectores progresistas podemos evitarlo y, desde luego, sin agredirnos entre nosotros.

Si queremos recoger el caudal de energía que explotó en Madrid y antes en Bilbao, o en las carreteras de Catalunya, Navarra, Asturias, debe ser desde la inteligencia y el buen hacer.

Por cierto, no quiero privarme de dar un ejemplo de argumento ante la extemporánea reacción de las derechas, como muestra del camino a seguir.

Comparaban los que mandan en el PP, Ayuso y Almeida, para descalificar la reacción solidaria con Gaza en las calles de la capital a Hamás con ETA.

Error, y ya se sabe qué decía Alfonso Guerra: “cuando el enemigo se equivoca hay que dejarle hacer”. Dejarle, pero sin dejar de rebatirle con argumentos añado yo.

¿Insinúan acaso que por tanto en la época de los crímenes de ETA para combatirla el gobierno español debió masacrar a la población vasca y navarra como hace Israel en Gaza? ¿Asesinar miles de niños inocentes vascos y navarros? ¿Bombardear Bilbao y Pamplona?

Ante barbaridades, argumentos.

Pero volviendo al tema central. Nos quedan apenas 24 meses para las próximas elecciones, cuando tocan. Hasta entonces, pacto de no agresión entre quienes nos aterroriza la llegada del fascismo. Unidad de acción al menos en lo fundamental, por ejemplo en los necesarios presupuestos para 2026. Dejándonos todos pelos en la gatera para conseguirlo, incluso hasta quedarnos calvos si es necesario.

En definitiva, priorizar el bien común de nuestra democracia para evitar que lleguen sus enemigos. Todo antes que eso.

Generosidad, audacia, habilidad.

Veremos...

El autor es exparlamentario y concejal del PSN-PSOE*