Poner banderas de Palestina en los centros educativos es hacer política. Es politizar la educación. Algunos y algunas dirigentes políticos autonómicos así lo prescriben. Y así lo imponen a sus institutos y escuelas.

Una afirmación de este calado sólo puede deberse a la ignorancia o a sus intereses ocultos. Vamos por partes.

Poner banderas es hacer política. Ordenar quitarlas, también. Cualquier decisión o propuesta en temas públicos es política. Las diferencias el objetivo explícito u oculto de cada una. La auténtica política es una tarea hermosa que trata de resolver problemas de las personas, de la sociedad. Y esta es la política que hemos de reivindicar. No la política pequeña, sucia, interesada en desviar la atención de lo sustancial para proteger quién sabe qué (aunque “quien” se lo imagine). El espectáculo político al que estamos asistiendo no debiera tener ese nombre: centrar la atención en banderas o en la seguridad de los ciclistas ocultando la realidad de cientos de miles de muertos sí es hacer política de la que detestamos los y las ciudadanas. Si lo que se pretende es defender intereses ocultos de determinados políticos y políticas tenemos la clave: empresas que patrocinan, fundaciones que contratan servicios y pagan charlas y ponencias, empresarios amigos que pedirán sus contrapartidas…

Pero la ignorancia también puede ser la explicación. Hoy mismo, un tertuliano televisivo no precisamente de ultraizquierda, comentaba: “En los centros educativos ha de enseñarse los contenidos curriculares. Lo extracurricular debe tener un tratamiento tangencial”. Pues estoy totalmente de acuerdo. Pero aclaremos qué es lo curricular: la actual legislación prescribe que el alumnado debe tener unas determinadas competencias para superar las asignaturas de cada etapa y las deben adquirir trabajando unos saberes básicos. Ambos son obligatorios en el currículo actual. Veamos un mínimo ejemplo en una sola área:

Educación Primaria. Decreto Foral 67/2022, de 22 de junio: Conocimiento del medio. Competencia específica 9: “Participar en el entorno y la vida social de forma eficaz y constructiva desde el respeto a los valores democráticos, los derechos humanos y de la infancia y los principios y valores de la Constitución española y la Unión Europea, valorando la función del Estado y sus instituciones en el mantenimiento de la paz y la seguridad integral ciudadana, para generar interacciones respetuosas y equitativas y promover la resolución pacífica y dialogada de los conflictos”.

Saberes básicos:

C3.1: Los principios y valores de los derechos humanos y de la infancia y la Constitución española, derechos y deberes de la ciudadanía. La contribución del Estado y sus instituciones a la paz, la seguridad integral y la cooperación internacional para el desarrollo.

C3.3: La cultura de paz y no violencia. El pensamiento crítico como herramienta para el análisis de los conflictos de intereses. El reconocimiento de las víctimas de la violencia.

Educación Secundaria. Decreto Foral 71/2022, de 29 de junio: Geografía e Historia. Competencia específica 9: “Conocer y valorar la importancia de la seguridad integral ciudadana en la cultura de convivencia nacional e internacional, reconociendo la contribución del Estado, sus instituciones y otras entidades sociales a la ciudadanía global, a la paz, a la cooperación internacional y al desarrollo sostenible, para promover la consecución de un mundo más seguro, solidario, sostenible y justo.”

Saberes básicos:

C1: Dignidad humana y derechos universales. Declaración Universal de los Derechos Humanos.

C5: Ciudadanía ética digital. Nuevos comportamientos en la sociedad de la información.

C6: Compromiso cívico y participación ciudadana. Mediación y gestión pacífica de conflictos y apoyo a las víctimas de la violencia y del terrorismo

Así pues: ¿poner una bandera de Palestina, investigar qué está pasando allí e idear las posibles aportaciones que, como ciudadanos y ciudadanas democráticas activas, podemos proponer es política o currículo obligatorio?

Pues yo creo que las dos cosas. Y ójala toda la política fuese así de humana, empática y solidaria. ¿No estaríamos construyendo un mundo mejor para todas las personas en cualquier lugar?

El autor es maestro jubilado