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Colaboración

Natxo Barberena

Las necesidades del artista visual

Las necesidades del artista visualFreepik

Ramón S. Viñas, artista y divulgador de la página web Objetivo Arte, dice: “Los artistas sirven para mantener vivo ese pedazo de humanidad que se nos escapa entre pantallas y balances contables. Los artistas son los traductores de lo invisible, los que convierten el miedo en imagen, la rabia en gesto, la ternura en materia”. Entender la función del artista en la sociedad nos llevará a comprender sus necesidades, sus peculiaridades y sus dificultades. Y será a partir de ahí cuando podremos analizar qué necesitan, porque su necesidad es vital para que exista el libre pensador/a.

Todo artista intenta que su fuente de ingresos sea su propia creación artística, pero la mayoría de las veces es tan intermitente e inestable que optan por alternar con otros trabajos, bien sean relacionados con su formación artística (comisariar exposiciones o eventos, dar clases particulares o en la formación reglada, encargos comestibles…) o trabajar en cosas que nada tienen que ver con lo artístico. Esto último defendía Patxi Buldain, él decía que era preferible descargar camiones de patatas que pintar para los demás, ya que llegabas agotado mentalmente y cansado de pintar, por lo que ya no tenías ganas de pintar lo tuyo propio. El cansancio físico encuentra descanso en la práctica artística, el cansancio mental encuentra alivio en la práctica física.

El/la artista, como toda persona que pretende independizarse y vivir su vida, tiene que trabajar, o bien mediante un encargo o un contrato, por lo que la remuneración se da por hecho. También se puede trabajar sin encargo y sin contrato, avanzar en tu producción para posteriormente intentar venderla y así recuperar la inversión, los gastos y sacar un beneficio. Es el mercado.

No cabe duda de que el trabajo artístico tiene una serie de particularidades que le hacen más difícil acceder a los beneficios y derechos que disfrutan el resto de la clase trabajadora. En el Estatuto del Artista se reconoce que el trabajo del artista siempre es intermitente, irregular, imprevisible e inseguro, y por ello se están tramitando una serie de ventajas e incentivos fiscales para paliar esta situación. Se contempla, por ejemplo, reducciones del IRPF, el pago intermitente de la Seguridad Social, un régimen específico, posibilidad de compatibilizar la actividad artística con la jubilación, mayores coberturas (enfermedades, embarazo, etcétera). No es poco lo que se pide, es insuficiente lo que se está concediendo y hay que seguir batallando mucho para fortalecer a los y las artistas.

Esto viene a decir, aunque suene a redundancia, que los artistas deben ser remunerados por su práctica artística, como cualquier otro trabajador, cuando es contratado o vende su creación. Ahora bien, defender que el artista cobre por el mero hecho de ser artista es una pretensión, de entrada, poco realista. Durante mucho tiempo ya, la mayoría de los y las artistas visuales libres e independientes, al ver que nadie les pide que expongan su obra, que nadie les contrata para participar en una exposición, que nadie les ofrece una remuneración porque su obra se exhiba, optaron por ofrecerse, por pedir, hasta por rogar que les dejen exponer gratis, porque si no, su obra caía en el olvido más desolador. Se ha llegado incluso a pagar a galerías, ferias, por dejar exponer, por pertenecer a la galería, cuando además por cada venta la galería se queda con más del 35% del precio final. Los propios artistas se han hecho la competencia más desleal que puede haber y ha habido un sálvese quien pueda para poder figurar, estar, que se les nombre para seguir siendo visibles. Los y las artistas se han llegado incluso a alinear al gusto del que tiene el poder y la decisión de quién expone y qué se expone, porque si no les gustas, directamente no sales. Por eso, la libertad creativa es porque se independiza del servilismo institucional.

La defensa de la dignidad del artista tiene que ser incuestionable, es la salvaguarda de las buenas prácticas, de la democratización del arte. No se puede amparar el arte para unos pocos artistas elegidos, para un elitismo artístico que se cree profesional por encima de los demás. Son muchos y muchas artistas creando y batallando por unos derechos y unas necesidades básicas para que el arte no se derrumbe ni los y las artistas desfallezcan.

Al artista hay que apoyarle de verdad con medidas concretas y leyes que entiendan su peculiaridad y servicio público. El artista plástico o visual necesita: más espacios de exposición accesibles, mayor promoción de su obra, mayor visibilización, pedagogía hacia el público para recuperarlo y aumentarlo, campañas potentes donde se dé importancia al arte y a la diversidad artística actual, un aumento considerable de los presupuestos destinados a cultura y arte, que se facilite la venta de la obra en cualquier espacio público, crear ficheros actualizados de artistas, estudios para analizar sus necesidades, ediciones de catálogos-libros retrospectivos sobre autores locales, cursos y talleres de formación continua del artista, encuentros de saberes, intercambio de artistas con otros lugares, interrelación entre las artes, mecenazgo y micromecenazgo, defensa del derecho de autor/a y de propiedad intelectual, la contratación para exponer en espacios públicos, etcétera.

Como también dice Ramón S. Viñas: “Los artistas no están para tranquilizar a la gente con paisajes bonitos –aunque también puedan hacerlo–, sino para incomodar, agitar, generar conversación y, en ocasiones, esperanza”. Por eso, la necesidad del artista debería de ser una prioridad en toda sociedad del bienestar avanzada.