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Del Ager Vasconum a Errigora.eus

Del Ager Vasconum a Errigora.eusRedaccion DNN

Erribera, 37 localidades, 122.000 habitantes. Tierra fértil regada por ríos y nieve del Pirineo; tierra llana, accesible a todos los ejércitos. Ergo, un caramelo para conquistadores. Los romanos la llamaron Ager Vasconum y, según Prudencio, el Ebro era “río vasco”. Luego se asentaron godos y musulmanes. Se incorporó tarde al Reino y sus grandes diferencias con el resto de Navarra hace que los literatos hayan hecho siempre un esfuerzo para encajar su singularidad en el conjunto del país. Arturo Campión lo intentó así: “Sembrar unas cuantas semillas de la misma especie vegetal en suelos bajo temperaturas diferentes; dejadle germinar, crecer, fructificar, reproducirse indefinidamente en su terreno, al cual se adaptarán, y tendréis otras tantas variedades de la misma especie, tanto más distintas cuanto más marcados sean los contrastes de los diversos climas (…) en vano el atavismo trabaja; la adaptación triunfa”. Pío Baroja decía que “actualmente hay dos clases de vascos: unos que miran las aguas del Ebro y otros las que van al Cantábrico”. Más político, Manuel Irujo la llamó “el Ulster vasco”.

Sin embargo, sorprende el empeño de la Ribera en homologarse con el resto del país. Sus historiadores participaron con entusiasmo en el vasco-iberismo y presumieron durante siglos de que Tubal fundó Tudela y trajo a estas tierras el euskera desde la torre de Babel. Estas ideas sustentaron la particularidad de la “nación” cántabra o bascongada, y dieron cohesión y sentido de hermandad a los habitantes de las cuatro provincias.

Durante la Ilustración se estrecharon los lazos; la Sociedad Bascongada de Amigos del País tuvo su réplica en Tudela, que se sumó a ese imaginario vasconavarro común. Cuando en 1828, el rey Fernando VII pasó por Tudela y Tafalla fue recibido con arcos triunfales dándole la bienvenida “a esta tierra vasca”. Durante todo el siglo XIX, carlistas y liberales participaron en la idea del Laurak Bat y del origen vascón de los fueros, cultura, y lengua de Navarra. La lectura de la prensa tudelana durante la Gamazada es un canto continuo a la unidad éuskara y el Gernikako Arbola está documentado como el himno de muchas solemnidades riberas. Según el historiador García-Sanz, en la Gamazada, “el lema Laurak Bat volvió a tener gran popularidad. Todos los partidos políticos lo aceptaban también con entusiasmo, haciendo de este uno de los momentos de más estrecha unión del País Vasco”. Actitud casi general en los intelectuales riberos del momento, que la resumió en 1880 Navarro Villoslada, el escritor de Viana: “¡Todos a una, amigo mío! ¡Euskal Erria! ¡Magnífica empresa y magnífica divisa!”.

Siguiendo esta tradición, durante la República, la mayoría de ayuntamientos riberos dieron su apoyo al Estatuto Vasco-Navarro. Esta unidad se resquebrajó por razones que nada tenían que ver con la conciencia vasca y, paradojas de la historia, pueblos euskaldunes como Arruazu, Arakil, Basaburua, Imotz o Donamaria votaron en contra del Estatuto Vasco, mientras que Buñuel, Cárcar, Carcastillo, Falces, Milagro, Murillo, Santacara, Olite, Pitillas o Tafalla lo hacían a favor. En vísperas del golpe militar, el Frente Popular Navarro, con mayor implantación en la Ribera, solicitó al Gobierno a incorporación de Navarra al Estatuto vasco. Y la misma demanda mantuvieron durante el exilio posterior.

En los años 70 todos los partidos progresistas enarbolaban la bandera de la unidad vasca. “Propugnamos que es necesario recuperar la identidad del pueblo navarro, y al ser este cuna y raíz del pueblo vasco, hay que recuperar también esa pertenencia de Navarra al País Vasco. Hay además razones económicas y sociales. Por poner un ejemplo, el resto del País Vasco carece de los recursos naturales que tiene Navarra”, decía el PSOE, por boca de Urralburu y esta postura se mantuvo firme hasta el golpe de Estado de Tejero. Forzando aquel chaquetazo histórico, los militares dejaron sin granero al Laurak Bat y acarrearon otras tragedias de las que hablaremos otro día.

El resto ya es sabido: un antivasquismo desconocido hasta entonces se clavó como un puñal en el costado meridional de Navarra. La Ley del Vascuence separó con un muro de intransigencia lo que durante siglos se deseaba articular. Muchas familias emigraron a las zonas vascófonas donde pudieran criar su prole en euskera. Como advirtió el Frente Popular en 1936, la falta de unidad vasconavarra convirtió la Ribera en un feudo derechista. Los partidos progresistas y vasquistas han ido a la mengua. Hoy día Vox tiene más votos que todos los abertzales juntos. La derecha vascofóbica triunfa donde antes lo hacían las izquierdas. Los partidos y sindicatos vascos siguen sin una política específica en la Ribera, sin más horizonte que el intentar rascar unos votos más en las siguientes elecciones, siempre escasos. Los euskaltzales del territorio se sienten solos y lo peor, abandonados. Los vascongados, unos y otros, a lo suyo. Solo miran a la Ribera en el mapa del tiempo. La continuidad del cambio en Nafarroa, depende en buena parte de esas 37 nutridas localidades. Y si no hay cambio en Nafarroa, no habrá articulación de Euskal Herria.

De pronto, hace unos años, una luz iluminó el túnel. Un grupo de videntes se puso a hacer cestas –sí, cestas– con los mimbres que tenían a mano: los compatriotas riberos que necesitaban vender sus productos sin someterse a la dictadura del mercado; el deseo del país de conseguir la autonomía alimentaria con productos de garantía; la tradición milenaria del auzalan; el anhelo general de que la cultura y la lengua vasca regresen al Ager Vasconum; la estructura militante para generar plusvalías y financiar utopías… Y así surgió Errigora, la iniciativa más encomiable que se ha hecho en muchas décadas para la articulación del país. Traer productos riberos a nuestras despensas para alimentar nuestra lengua, valga la metáfora.

Estos días entramos en plena campaña de reparto de cestas. Si amas tu país (y el comer bien) no lo dudes: https://www.errigora.eus/es.

El autor es editor