Hace unos días se cumplieron 50 años de la muerte del dictador Franco. Aunque por desgracia el régimen no murió con él. Y esta semana celebramos también el 25N, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Como pequeño resumen de lo que supuso el régimen y la muerte del dictador para nosotras, las mujeres; pasamos de estar tuteladas por los maridos y sin derechos jurídicos a ser reconocidas como individuas con capacidad y posibilidad para desempeñar acciones y tareas tan básicas como trabajar, viajar o abrirnos una cuenta en el banco. Eso sí, no sería hasta el año 75.

Se pasó de la prohibición del divorcio, obligando así a tener que aguantar diferentes situaciones, muchas de ellas de violencia, a que en el año 81 pudiésemos tomar esta decisión, ganando así en libertad y autonomía. Lo mismo pasa con el aborto, que se despenalizó a partir del año 85.

Existía un control moral sobre las mujeres y su comportamiento. Acuérdense de la existencia de la Sección Femenina, que imponía y exigía el modelo de mujer que el régimen dictaba, siendo ésta, claramente sumisa al hombre y a Dios. Con la muerte del dictador y el reconocimiento de los derechos de las mujeres, se abre la posibilidad del acceso a las universidades. Esto supone un antes y un después en la profesionalización de la mujer y en el acceso progresivo a puestos de trabajo igualitarios. A partir de los años 80, el acceso al trabajo de la mujer fuera del hogar sufre un crecimiento exponencial.

También comienzan a irrumpir en el sector cultural. Empezamos así a disponer de literatura escrita por y para mujeres, y no de falsos feminismos escritos por hombres contando su visión sobre las vivencias y el papel de la mujer. Hoy día, es cierto, estos derechos no están garantizados. Vemos que cuanto más crece la ultraderecha, más se cuestionan nuestros derechos y por tanto nuestra capacidad de ser y de decidir. Celebrando este aniversario de la muerte del dictador, me gustaría destacar y poner en valor a todas aquellas mujeres que lucharon por el fin de la dictadura, por frenar al fascismo, por estar en el frente luchando al igual que sus compañeros, por servir a un sistema democrático y de libertadas, por ser resistencia, esperanza y un ejemplo revolucionario. Aquellas que son ejemplo para las mujeres de hoy, aquellas que nos enseñaron historias y valores de lucha, resistencia, solidaridad…

Es preciso reivindicar nuestro papel como agente imprescindible en el avance y consolidación de la democracia. Fue fundamental. Formó parte de los avances ideológicos de la libertad. Porque solo se habla de ellos; de los asesinados, de los del frente, de los perdedores y ganadores, de los presos. Y nunca se habla de las asesinadas, de las que lucharon en el frente, de las perdedoras y ganadoras, de las presas. No se habla de todo el horror que, durante años, se vivió en las cárceles franquistas de mujeres. Ni de las violaciones continuas, del miedo, de la violencia psicológica, del señalamiento, de las vejaciones, a las que estuvieron sometidas miles y miles de mujeres. Casi todo lo que sabemos hoy sobre lo que supuso esta barbarie franquista, está relacionado con lo que sufrieron ellos, los hombres. No las mujeres.

Esto es una muestra total del desinterés por las mujeres víctimas. Existe una dificultad en el acceso a fuentes de datos y como consecuencia, se nos ha dado un menor protagonismo político a las mujeres en la lucha contra el franquismo. Esto conlleva un desconocimientototal sobre gran parte de nuestra historia. Y nos corresponde a todas, pero también a todos, reivindicarla. Por justicia democrática.

Por suerte, tenemos referentes, sí. Mujeres que merecen ser reconocidas, recordadas y estudiadas: Juana Josefa Goñi Sagardía, Maravillas Lamberto, Dolores Ibarruri, Manuela del Arco, Teresa Pamies, Neus Catalá, Margarita Abril, Manuela Díaz, Benedicta Santa, Sara Berenguer, Rosa Laviña, Rosa Díaz, Montserrat Fernández, Carmen Alcalde, Antonina Rodrigo, Cecilia G. de Guilarte, Ana Mary Ruiz, Luz Miranda, Maixux Rekalde, Enriqueta Otero, María Josep Colomer, Margarita Nelken y así un sinfín de nombres. Desde la que ayudó a cruzar la frontera francesa a más de 180 niños huérfanos.

La que colaboró en actividades de la Resistencia francesa contra los nazis, centralizando en su casa la recepción y transmisión de mensajes, armas y documentación. A la que dio cobijo a refugiados políticos que huían del régimen de Franco. Pasando también por la primera mujer instructora de vuelo de España que trabajó formando pilotos para las Fuerzas Aéreas del bando republicano. Pero también la historia de la mujer que apoyó y colaboró en la organización de la Unión de Mujeres Antifascistas y que escribía en diarios clandestinos. O la que estuvo en el frente y fue elegida diputada hasta en tres ocasiones seguidas. Quisiera recordar a todas las maestras, escritoras, abogadas, pensadoras e intelectuales de la época, que ejercieron en la clandestinidad para propagar la libertad, igualdad y resistieron al franquismo.

O las que lo hicieron sin miedo, reivindicaron su voz y libertad como “Las Sinsombrero”. No puede ser que, en estos días, escuchemos a la juventud decir que con Franco se vivía mejor. No puede ser. Se vivió y se sufrió una dictadura donde los derechos fundamentales no se respetaban, donde te asesinaban si no seguías al régimen, se pasaba hambre, no había libertad de expresión, no había libertad de identidad ni sexual, no se podía amar libremente, existía censura cultural, restricciones para viajar. En la actualidad, sin embargo y gracias a la democracia, tenemos libertad para hacer y ser.

Se aplican los derechos y lo más importante, la posibilidad de debatir y exigir los derechos que faltan por conseguir. Al normalizar la democracia y la libertad parece que han dejado de ser valiosas. Es tarea individual valorar lo que tenemos y pensar, que un día y con el auge de la extrema derecha no muy lejano, podríamos perder alguno de estos derechos.

La autora es parlamentaria de Geroa Bai