La cárcel (y el exilio) deben pasar a ser solo memoria
La redonda efemérides del 50 aniversario de la muerte del dictador Franco, y por tanto de la apertura del periodo histórico conocido como la Transición (años 1975-1982) está dando lugar a la multiplicación de actos y ejercicios de Memoria Histórica. Este año se han cumplido 50 años, además de la muerte de Franco, de las ejemplares luchas obreras que tuvieron uno de sus epicentros en el encierro en las minas de Potasas en enero de 1975; del Estado de Excepción que se prolongó entre abril y junio causando un terrible saldo de personas detenidas y torturadas, además de varias personas asesinadas; y de los cinco últimos fusilamientos legales del franquismo, en septiembre. En el ya entrante año 2026, conmemoraremos hitos tan importantes como el 50 aniversario de la matanza el 3 de marzo de cinco obreros en Gasteiz, la fuga finalmente frustrada de la cárcel de Segovia en abril, el multitudinario acto convocado por el grupo de alcaldes en julio en Bergara, la desaparición también en julio del refugiado Eduardo Moreno Pertur… En 2027 vendrán los 50 años de la legalización de la ikurriña, de las conversaciones de Txiberta, de las primeras elecciones legislativas, de las brutalmente reprimidas semanas pro amnistía de la primavera, de la Marcha de la Libertad que concluyó a palos desde caballos en las campas de Arazuri en verano, y de la propia Ley de Aministía que vació las cárceles de presos políticos vascos… ¡sólo por escasos veinte días! Y así, se irán sucediendo actos de Memoria por los 50 años de sucesos sin duda importantes en la vida de este país, hasta la conmemoración en 2032 del 50 aniversario de la promulgación en agosto de 1982 de un Amejoramiento no refrendado democráticamente, y de la llegada del PSOE al Gobierno de España a finales de ese mismo año. Sin duda, este ciclo de conmemoraciones ofrece una buena oportunidad para abordar una reflexión de país encaminada a sacar conclusiones compartidas que permitan abordar el debate y la confrontación política presente y futuras sacando definitivamente de la ecuación la conculcación de derechos y el sufrimiento. Para todas las partes.
Y es aquí donde queremos centrar nuestra aportación de hoy. El próximo diez de enero, las calles de Bilbo volverán a llenarse por enésima vez, en un acto que desgraciadamente no será todavía de Memoria sino de rabiosa actualidad. Porque pasan del centenar las y los ciudadanos vascos que siguen en prisión por razones derivadas de un conflicto que desde luego no nos cansaremos de recordar pero que todavía seguimos padeciendo. Una Euskal Herria sin presas ni presos, una de las demandas populares con más capacidad de movilización tanto hace 50 años como a día de hoy. Algo a anotar en el haber del pueblo, pero también en el debe de más de un agente político, institucional y judicial. ¿Cómo demontre no hemos sido capaces de conseguirlo antes? El diez de enero, nos movilizaremos, por ejemplo, por la libertad de ese chico cuyo padre fue despedido de su empresa por participar en una huelga solidaria con los mineros de Potasas en 1975 y posteriormente fue detenido en mayo de 1981 solamente por el hecho de ser concejal de su pueblo. A su hijo, el chico por el que nos movilizaremos, su impulso solidario lo llevó a ayudar a un pueblo de América a finales de los 80, donde dejó compañera e hija muy niña cuando decidió volver a su tierra. Hoy, treinta años después, ese chico acaba de conocer a su nieta estando todavía preso por efecto de unas medidas de excepción que sobre el papel están ya superadas. Nos movilizaremos también el diez de enero por aquel otro chico que fue detenido y salvajemente torturado en el Estado de Excepción de abril de 1975 y tiene que vivir aún hoy a miles de kilómetros de su pueblo, aquejado además de una grave enfermedad. O por esa chica no vasca de nacimiento pero sí solidaria desde joven que acumula decenas de años de prisión por cárceles de Francia y España por mor también de las políticas de excepción… Podríamos seguir poniendo ejemplos hasta superar de largo el centenar, ejemplos que son cada uno de ellos razones para abarrotar las calles de Bilbo el diez de enero con el objetivo de que la manifestación de este año marque, esta vez sí, la cuenta atrás de una movilización que debiera convertirse en acto de memoria a más tardar antes de que concluya el ciclo de conmemoraciones de los 50 años de la Transición.
Quienes atesoramos años de experiencia en la vida y en el trabajo por la memoria, si algo hemos aprendido es que los conflictos que no se cierran adecuadamente en su tiempo vuelven a reproducirse en el futuro afectando a las nuevas generaciones. Quienes desde nuestra recién estrenada juventud recogemos el testigo de la construcción de un proyecto de vida en libertad para nosotras y para nuestro pueblo; el contribuir a la solución definitiva del conflicto vigente nos permitirá liberar todas nuestras energías en las luchas del futuro, que sin duda viene cargado de retos hasta ahora desconocidos. El momento es ahora, el retorno a casa de las personas presas, deportadas y exiliadas no puede alargarse más.
Firman este artículo: Fermin Balentzia Mendia (cantautor y activista por la Memoria Histórica) y Ainhoa Bueno Munárriz (historiadora, miembro del movimiento juvenil y de la Plataforma Mikel Zabalza Gogoan)