Son las ocho de la tarde y al bajar la persiana de uno de los pocos negocios locales que resistimos abiertos en Echavacoiz, no puedo evitar lanzar un suspiro de resignación al mirar la triste estrella de Navidad colocada en la farola adyacente sin iluminar y acordarme de las instituciones que tan abandonados nos tienen.

La historia se remonta a más de 30 años atrás, cuando los proyectos de demolición y nuevas construcciones se comunicaron a los vecinos. Con esas rimbombantes fake-news de antaño, que tristemente se repiten pase quien pase por el ayuntamiento o gobierno foral. Algunos de estos vecinos, ahora clientes, no han podido reformar sus casas en todo este tiempo; “¿para qué voy a reformar, si van a derribar mi casa?”. A nadie de arriba le importa.

Tampoco parece importar la problemática situación en la antigua ikastola Jaso, donde gente sin hogar ha sido dejada a su suerte, impactando de manera grave en la comunidad local debido a la inseguridad que se vive a determinadas horas en la zona. ¿De verdad que, con recaudaciones récord de impuestos, no se puede habilitar un albergue en condiciones para estos chavales e integrar a aquellos que estén por la labor, que me consta son la mayoría?

Para “incentivar” el comercio local, las únicas medidas recientes han sido: implantar la zona azul, subirnos la tasa de autónomos y el IBI. Me gustaría saber dónde se ha destinado el dinero recogido de los permisos, pagos y multas correspondientes del último año, seguro que no ha sido en el barrio.

Este año se han publicado noticias en varios medios con recreaciones virtuales de la nueva estación de tren, los planes del PSIS, bloques de varios pisos, parques fluviales, comercios futuristas y espacios dotacionales increíbles. La realidad es bien diferente: Inquinasa (petroquímica) sigue abierta a escasos metros de las viviendas, las antiguas fábricas abandonadas siguen por demoler, no hay parques para que los niños jueguen y la sensación de decadencia es palpable; quizás sea una buena estrategia para abaratar el coste del suelo y seguir beneficiando a las grandes constructoras y a los políticos que reciben comisiones de las mismas, ya no sabemos qué pensar…

Monto en la bici, hoy no llueve y he podido venir a trabajar como marca la agenda 2030; por la nueva carretera de la universidad, disfrutando por medio de la calzada y creyendo ser Miguel Induráin en la “crono” de Bergerac donde trituró a Armstrong. Lástima que, para volver a casa, tengo que hacerlo por un peligrosísimo arcén lleno de hojas y sin apenas espacio por esa misma carretera o bien sorteando estudiantes y runners por el campus sobre un camino de barro. ¿No sería más lógico talar los árboles de un lado, que son plataneros comunes, como se ha hecho en Beloso, ampliar un metro la carretera y reducir los accidentes de esa manera permitiendo circular en ambos sentidos?

Yo tengo la suerte de trabajar en Echavacoiz y doy gracias por ello; la acogida y el trato de los vecinos ha sido increíble, con un espíritu de comunidad que para sí quisieran otros barrios más pudientes de Pamplona y una resiliencia espectacular, ya que convivimos en un barrio sin apenas comercio, ni servicios, pero lleno de gente honesta y trabajadora.

Por favor, dejad de mirar para otro lado, tirar balones fuera y ayudadnos a mejorar nuestra calidad de vida, en vez de vender humo y no hacer casi nada. Estaría bien que iluminaseis la estrella por Navidad, pero mucho mejor que cumplierais vuestras vacías promesas electorales y empezaseis de una vez a adecentar el barrio y, en definitiva, nuestra bonita ciudad.