Existen futbolistas poco o muy conocidos. Con escaso nombre o con una fama que traspasa fronteras. Ignorados por las masas y tremendamente populares. Si hubiese que colocar a Cristiano Ronaldo (Funchal, Madeira (Portugal), 5-2-1985), en esa escala de peldaños mediáticos, habría que elevar las dimensiones de la fama hasta límites desconocidos. El extremo luso, el fichaje más caro de la historia del fútbol, el mismo que de forma oficial cuesta 96 millones de euros, levanta pasiones allá por donde va.
Da igual que sea en una isla paradísiaca donde pasa sus vacaciones. En el césped de cualquier campo del mundo. Incluso conduciendo su flamante coche por las calles de Madrid. Cristiano Ronaldo es sinónimo de cámaras y micrófonos. De griterío y jaleo a su paso. De espectacularidad. Dentro y fuera del campo. El domingo 3 de enero, el jugador del Real Madrid pisará por primera vez el césped del Reyno de Navarra.
Lo hará con la condición de futbolista de moda en la Liga. Aunque pese a los culés, por encima de un Leo Messi que ha demostrado ser más efectivo con el balón que con el márketing. Ronaldo completó un arranque de campeonato para enmarcar, anotando goles en cinco encuentros consecutivos -Deportivo, Espanyol, Zúrich y Xerez- entre Liga y Champions. Es el hombre del Madrid, el faro que da chispa al equipo blanco, porque, cada vez que ha faltado sobre la hierba, sus compañeros se han resentido de una u otra forma. Llega a Pamplona como el futbolista franquicia de Florentino Pérez. Como cuando, en la primera etapa del presidente blanco, David Beckham llegó a la Casa Blanca para reventar la caja registradora del club madrileño. Los ingresos que es capaz de generar el astro portugués superan con creces a los que en su día propició el centrocampista británico. CR9, que le sirve de abreviatura deportiva y marca comercial, vendió 2.000 camisetas el día en el que le presentaron como nuevo jugador blanco. Lo curioso no es la cifra en sí, sino el hecho de que sucedió antes de que el jugador fuese presentado.
El que fuera Balón de Oro, cuyo palmarés adornan también todo tipo de premios -Jugador del Año y Jugador Joven del Año, concedidos por la Asociación de Futbolistas Profesionales (PFA), o el que otorga la Asociación de periodistas deportivos en Reino Unido- , ya apuntaba maneras cuando era apenas un adolescente.
Nacido en la isla de Madeira hace 25 años, empezó a jugar para el Nacional antes de incorporarse, con 17 años, en el 2002, al Sporting de Lisboa, cuna de jugadores tan queridos en Portugal como Luis Figo o Joao Pinto.
De Lisboa a MAnchester
La insistencia de Keane
En su fichaje por el Manchester United tuvo muchísimo que ver el irlandés Roy Keane, entonces capitán de los Diablos Rojos. Fue precisamente el rocoso mediocentro irlandés el encargado de convencer, durante el verano del 2003, a Ferguson para que apostara por el extremo cuando el equipo participó en la inauguración del estadio José Alvalade XXI ante el Sporting.
Las múltiples virtudes de Ronaldo, su increíble rapidez, llevaron al técnico británico a abonar 17,5 millones de euros al club lisboeta para trasladar a aquel prodigio a Old Trafford. Ronaldo no decepcionó.
Su estreno con la camiseta roja del Manchester United se produjo en una victoria ante el Bolton Wanderers, por 4-0. Fue ante la afición congregada en Old Trafford, donde jugó como suplente, reemplazando a Nicky Butt pasada una hora de partido. Su presencia se notó al instante, siendo clave en tres de los goles anotados.
Su fichaje, paradojas de la vida, se sufragó con la venta del inglés David Beckham, otro de los ídolos de la entidad de Manchester, al Real Madrid. El debut de Ronaldo con la selección portuguesa llegó el 22 de agosto de ese año. No le costó desbancar al jugador del Atlético de Madrid Simao, quien tenía asegurado un puesto en la titularidad hasta que llegó su compañero. Sus goles llevaron a su selección a la final de la Eurocopa de Portugal en 2004, donde fue una de las grandes estrellas del torneo junto al inglés Wayne Rooney, compañero suyo en el Manchester. La derrota ante Grecia en la final (0-1) fue el primero de los sinsabores que hasta ahora ha experimentado el apremiado futbolista con su combinado nacional.
También brilló en el Mundial de Alemania 2006, pese a que los lusos acabaron cuartos. Y fue la pieza más sólida de Alex Ferguson cuando el club ganó la Liga en la campaña 2006-2007, concluyendo como segundo máximo goleador. Lo mejor, sin embargo, estaba por llegar. En la temporada 2007-2008, el extremo fue, simplemente, imparable. Anotó la friolera de 42 goles, 31 de ellos en la Premier League. Entonces, Ronaldo ya sonaba como fichaje del Real Madrid.
En la campaña 2008-2009, el Manchester United volvió a proclamarse campeón de la Premier por tercera vez consecutiva, aunque no logró retener la Copa de Europa. La perdió en la final disputada ante un poderoso Barcelona, el enemigo que el Madrid quería contrarrestar con su fichaje. Tras el resbalón en el estadio Olímpico de Roma, Ronaldo dejaba atrás 288 partidos y 117 goles con el Manchester. Aterrizaba en un equipo sumido en la presión de hacer frente al Barça de Guardiola. Su efecto mediático fue inmediato y prácticamente borró el triplete del club culé de la opinión pública de media España.
Ahora, contesta a los que tildaron su compra de desmesurada con una personalidad en el campo fuera de lo común. Odiado por su fuerte carácter y su egocentrismo, amado por sus cualidades, Ronaldo sigue con paso firme una trayectoria que no entiende de límites. Porque para muchos, el luso es capaz de manejarse en cualquiera de las posiciones de ataque. Haya o no debate, lo cierto es que la facilidad y versatilidad con la que Ronaldo juega a fútbol es algo que pocas veces se ha visto en este deporte. Por eso quizás, desde el Real Madrid se le presenta en la web del equipo como El futbolista total.