Qué gusto da llegar a casa después de disfrutar como disfrutamos ayer. Nadie esperaba un inicio tan bueno de la era Mendilibar, pero ya desde los primeros minutos se veía que aquello iba a ser diferente. Osasuna llegaba y la grada estaba a muerte con el equipo. Mis amigos no gruñían como suele ser habitual, sino que animaban sin parar y se miraban unos a otros con cara de incredulidad porque ni en el mejor de los sueños esperaban que el cambio diese tanto resultado en tan poco tiempo. Los jugadores estaban hipermotivados, corrían, robaban balones, el equipo llegaba con cierta facilidad a la portería contraria y la grada enloquecía por momentos. Mis amigos, anteriormente llamados los supergruñones, se convirtieron, por arte de magia y con sólo una jornada de diferencia, en los superanimadores.

La euforia se apoderó de nosotros en cada uno de los cuatro goles que celebramos, sobre todo, en la ovación final al equipo y, de pronto, todo lo que antes era negro ahora tenía un color rojillo intenso, brillante, de ese que hace que los aficionados se sientan infinitamente orgullosos de la camiseta que siguen. Sólo nos queda confiar en que el próximo partido disfrutemos de otra victoria.

Pena que yo ya no lo celebraré en estas líneas, nos veremos en otros lares. Muchas gracias a todos, especialmente a Félix y a mis supergruñones, ha sido un inmenso placer.