pamplona - Osasuna viene cuestionando su modelo como organización de club desde hace mucho tiempo. Desde el momento en que la responsabilidad del dirigente se diluía en cuanto acudía ante el reclamo de los socios y no había muchos más modos de exigirle actuaciones y decisiones que bajo el severo rapapolvo del momento, la estructuración societaria de la entidad se tambaleaba. En esto también ha tenido que ver el modo de posicionarse que han tenido tradicionalmente los mandatarios que, en cuanto han llegado a la directiva, han sabido vadear los escollos de la responsabilidad efectiva echando mano del respaldo legal, en este caso el deportivo -la historia de los avales ante la Liga, la continuidad de las directivas para no tener que hacerlo, las maniobras contables para hacer de un ejercicio horroroso algo que no chirriase y vinculara en los números de los balances...-.

El viernes, en la más que caliente asamblea de Osasuna, en la lucha alborotada entre algunos de los que están y los que querían llegar o prefieren esperar para luego continuar, la comparecencia de compromisarios resultó más que exigua. De los 431 socios citados a una reunión con marejada previa elevada, solo estuvieron 256, algunas además representados. Hubo más animación que en anteriores citas, pero indudablemente una asistencia preocupante si se tiene en cuenta la importancia mayor de lo que había en juego.

Y así, sin que sea culpa de ninguno de los litigantes en la pugna por hacerse con la gestora de Osasuna -dar el paso a colocarse delante en medio de la deriva es para tener un cierto respeto-, Zabaleta y su equipo se llevaron tan solo 139 apoyos de socios mientras que Maquírriain y los suyos rozaron el centenar (99). Unos respaldos minúsculos si se tiene en cuenta que Osasuna ha terminado la temporada con más de 13.000 socios y que, en consecuencia, el volumen del osasunismo de carnet es mucho mayor que el de estas asambleas en la que no van ni la mitad de los que pueden.

Está claro que los que pocos que estuvieron deberá ser considerados como auténticos socios interesados por la situación del club -aquí también habrá que entender una cuota de participación interesada, como en toda reunión en la que los votos valen para decidir-, pero también es evidente que tanto el sistema de representación en la asamblea de compromisarios como el propio cauce al que accede el abonado para controlar la gestión del dirigente no da para más.

No hay duda de que resulta de lo más romántico permanecer en este sueño del club deportivo, compartiendo casta con Barcelona o Real Madrid o con algún histórico como el Athletic, pero la realidad es que el socio no controla a su directiva más allá de estas asambleas con algarada y nada más. Un habitual compromisario, activo en todas las asambleas y para nada pintado por filias o fobias más allá del interés del club, resumió en su intervención lo que es Osasuna. "Tenemos 73 millones de deuda y un ejercicio puede dar positivo. Yo necesito cuatro millones de euros para avalar si quiero ser directivo. En las últimas directivas nadie se hace responsable de la mala gestión ni se ejecutan los avales. ¿Para qué servimos los socios de Osasuna?". Esta es la gran pregunta y hay que darle una respuesta.