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A perro flaco, todo son pulgas

A perro flaco, todo son pulgas

A perro flaco, todo son pulgas. Un buen refrán para este Osasuna maldito. No le sale nada bien, y casi siempre por desérticos propios. En esta ocasión, la culpa hay que buscarla en un error del portero Asier Riesgo tras un buen centro no tapado desde la banda derecha de Suso.

Un error que supuso el frenazo a las ilusiones que hasta ese momento había albergado Osasuna en un encuentro en el que empezaba a sentirse relativamente cómodo y sin las apreturas y desaciertos de anteriores encuentros.

Es cierto que esa mala salida del portero le puso en bandeja el gol a Ifrán, pero la culpa del resultado final no es sólo de él. También hay que buscar la culpabilidad de la derrota en el hecho de no haber transformado David García y, sobre todo, Merino dos ocasiones clarísimas en las que sólo bastaba con empujar el balón para transformarlas, para ponerse por delante en el marcador y para mirar el desarrollo del encuentro desde otra óptica. Fallaron ellos y erró Mateo al alinear a Oier cuando hubiese sido mejor que fuese entrando poco a poco para que el rival no se aprovechase de la debilidad de un jugador que ha estado siete meses de baja por muy Oier que sea. También faltó proteger más las débiles bandas rojillas. Suso fue el rey de esa zona y por donde el Tenerife creó más peligro.

En definitiva, no hay que fijarse sólo en el error grave de Asier Riesgo. Hubo más fallos que nos llevaron a ese traspié.

Tampoco es muy normal que haya seis cambios en un equipo de un domingo a otro, cuando el técnico se esfuerza en intentar convencer que el equipo está en correcta progresión. Cambiar más de la mitad del equipo y retocar el sistema táctico, no son buenos indicadores de que las cosas funcionan. A veces, esos cambios drásticos, como el realizado también en la portería, también inciden en pérdida de confianza, en una presión añadida por saber que te estás jugando el puesto en cada partido o por conocer que aquí continuidad no la tiene ni el apuntador.

Tampoco es menos cierto que Osasuna, sin hacer un gran partido, estaba demostrando cierto dominio y control ante un Tenerife que sólo estaba jugando a empujones y aprovechando el pasillo que tenía por su banda derecha. Pero llegó el gol en contra, y con él el bajón anímico de Osasuna, volviéndose a demostrar que este equipo está para poco y que con cualquier contratiempo se viene abajo al carecer de capacidad de reacción. Vas perdiendo, y te echas atrás. Ese fue el dibujo posterior que demostraba la realidad de un equipo en depresión. Quizá hubo momentos de un dominio, pero más de dibujo que práctico, porque en ninguna fase se vio peligro real en el área contrario, ni profundidad con sentido en las acciones rojillas.

Dicho lo anterior, y sin ánimo de poner paños calientes a una situación agravada de forma muy preocupante, también hay que decir que ayer Osasuna sí dio síntomas de mejora, porque el centro del campo estuvo algo más asentado y porque Cedrick respondió en esta ocasión llevando peligro en cada arrancada que hacía por su banda amargándole la tarde a Moyano. Hubo más control, menos despistes y una mayor organización en el campo, pero esos brotes verdes no son por ahora suficiente. Este Osasuna necesita gol y sobre todo una fuerte inyección de autoestima y autoconfianza para ganar partidos y poder reaccionar cuando las cosas pintan bastos.