No las tiene todas consigo la dirección de Osasuna respecto al resultado que puede deparar la asamblea de compromisarios y su decisión sobre el endeudamiento que conlleva la reforma del estadio. Hay inquietud en el seno de la junta, como lo demuestra el seguimiento detallado que están realizando durante estos días del contenido de los mensajes que sobre el asunto circulan por las redes sociales. El balance no era a mitad de semana muy tranquilizante para sus intereses; al contrario, la posibilidad de que la propuesta presentada a la asamblea no prospere (necesita el respaldo de dos tercios de los presentes) es algo que entra en sus cálculos. Ni siquiera el voto comprometido está asegurado. La contracampaña del club en las redes también ha sido evidente. Porque una derrota en un asunto tan crucial pondría en un brete a una directiva que carga ya con dos dolorosas derrotas: una, en marzo de 2018, en la propuesta de recompra del estadio y, la segunda, en las cuentas para el presente ejercicio, aprobadas en una segunda entrega, lo que deja entrever un voto de castigo anterior. El foco de esta disconformidad, sin embargo, creo que no tiene tanto que ver con interpretaciones financieras como con la memoria del socio, con el resquemor o falta de confianza en la junta desde que Luis Sabalza comenzó a llevar su gestión por la zona oscura y apartando a los disidentes; y por desdeñar una decisión de la asamblea soberana, como ocurrió con la reprobación de Javier Tebas. Tampoco hay que ocultar que tras un ejercicio de reflexión, la junta ha hecho muchas cosas correctas que han beneficiado al club; pero, insisto, queda lastre y quedan rescoldos, como asumía el propio Sabalza tras la asamblea de noviembre. “Hay una fuerza crítica contra esta junta y no sé por qué”. Pues bienvenidas sean las fuerzas críticas en un club en el que la desidia de todo su entorno estuvo cerca de costarle la desaparición. Si el modo de actuar de Sabalza hubiera sido otro desde el inicio no pasaría por este mal trago ante un tema tan importante para el devenir del club.

Esta asamblea es también una patata caliente para los compromisarios, sobre quienes recae el peso de una votación en la que el 90% de los 8.409 socios (11.118 con derecho a voto) está de acuerdo en que debe hacerse una reforma integral. Pero ya estamos acostumbrados a que un partido político reciba millones de votos y cuando su centenar de diputados llegan al congreso toman decisiones contrarias a las que habían animado al respaldo de sus electores. Así que puede pasar de todo. Yo confío en la capacidad de los compromisarios para atar mañana en corto a los gestores, apretarles para que dejen muy claro y sin lugar a dudas cómo va a ser la financiación (como se paga, en cuánto tiempo, cantidades, plazos, cual es el plan B y el C, riesgos en adelante para el club?); por otro lado, está la constatación de que todos los implicados (socios, aficionados, prensa) seguiremos vigilantes. Solo con esas garantías se puede avanzar hacia el futuro con un estadio moderno, cómodo y seguro, con capacidad para que el osasunismo siga creciendo. Con fuerza crítica. Con Muro Rojo.