Pamplona - Abierto, rocero, o entusiasta son adjetivos que, además de a su persona, se pueden usar para describir la legislatura de Javier Miranda al frente de un Osasuna que atravesaba por una de sus crisis sociales más fuertes y al que dejó en Primera con el mayor número de socios que ha tenido el club en este siglo. Pero, sobre todo, Miranda será recordado como el máximo defensor del aficionado rojillo. Tal vez porque él era uno de ellos.

Javier Miranda Martínez llegó a la presidencia de Osasuna el 29 de enero de 1998. Con una participación del 47,6%, Miranda se alzó con la victoria gracias a los 1.732 votos que cosechó, frente a los 1.305 de Pegenaute. Cuando le notificaron la victoria en su local de hostelería tuvo que refugiarse en su cocina de la emoción que le producía cumplir un sueño “de niño” como era el de presidir el club de sus amores.

El empresario navarro puso el foco desde el primer momento en el socio. Una de sus primeras medidas fue nombrar a, curiosamente, Luis Sabalza, actual presidente de Osasuna, como Defensor del Socio. Pero el propio Miranda ejerció en muchos casos como tal. Es fácil encontrar todavía hoy a aficionados rojillos a los que defendió personalmente especialmente ante la Policía. Para el recuerdo de muchos queda cuando invitó a dos socias de Osasuna a ver el encuentro en el palco tras enfrentarse con la policía que no las dejaban entrar sin cachear. Aquello le costó hasta una visita a los juzgados y otra de varios agentes de seguridad a altas horas de la noche a su domicilio particular. Al final fue multado con 1.800 euros por aquel incidente, pero para muchos se ganó su respeto. Pero más allá de eso, cuando un aficionado le necesitaba, allí que acudía a intentar solucionar la situación que fuera. Miranda tenía la sangre roja de Osasuna y se lo transmitía a cualquiera que se cruzase por la calle y, luego, trataba por igual a un aficionado o a Florentino Pérez, algo que sorprendió al todavía presidente del Real Madrid, con quien mantenía una buena relación.

Miranda consiguió con su gestión poner de acuerdo a todo el arco político y abrió El Sadar a todos los aficionados rojillos. Por ejemplo, Miranda fue el primer presidente de Osasuna que normalizó el euskera en la entidad rojilla adhiriéndose al Euskarari bai en 1998. “El euskera es una lengua nuestra, su uso está regulado por el Gobierno de Navarra y parte de la afición lo habla, ¿por qué Osasuna no va a normalizar su uso? Seamos demócratas. Nunca me pillarán que use el euskera con fines políticos, Osasuna solamente es un equipo de fútbol”, comentó en su día ante las críticas vertidas, especialmente desde Madrid.

Además, permitió el crecimiento del club con acciones como la ampliación de Tajonar o la creación de los bares de El Sadar, tan habituales ahora. No solo eso, Miranda gestó la creación de la Fundación Osasuna. “Hay que abrirse a toda Navarra”, aseguró por entonces.

El presidente del ascenso En el plano deportivo, Miranda también dejó huella. En una época en la que la figura del director deportivo aún no estaba muy extendida, el presidente tenía mucha responsabilidad en la parte técnica. Tras su primer año de mandato en el que su entrenador fue Enrique Martín, Javier Miranda unió su destino al de Miguel Ángel Lotina. Con él se cumplió uno de esas apuestas que solían ir de la mano con promesas como realizar la Javierada o el Camino de Santiago: volver a Primera División. Pocos presidentes más felices se habrán visto celebrando un ascenso (tal vez Sabalza, que también fue muy expresivo en su día). Fácil era ver a Miranda charlando amigablemente con los jugadores en Tajonar, aunque si se tenía que poner firme, lo hacía sin miramientos. Osasuna estaba por encima de todos.

Iván Rosado o John Aloisi fueron dos nombres de fichajes muy vinculados a Miranda, pero, si hay algún nombre que va de la mano es el de César Palacios. El capitán y el presidente estuvieron en el balcón del Ayuntamiento tirando el Chupinazo, tras el ascenso, uniendo a Osasuna con otra de sus pasiones: San Fermín.

También es recordado el nombre de Pablo Orbaiz. El canterano fue uno de los traspasos de Osasuna al Athletic. Miranda cultivó las relaciones entre ambas entidades, incluso llegó a firmar un convenio de colaboración. El por entonces mandatario sacó lucrativas operaciones y muy importantes para un club rojillo que, por aquel entonces, tampoco pasaba por momentos de grandilocuencia económica. Miranda gestionó las relaciones con otros clubes como pocos lo sabían hacer por entonces.

También vendió a Javier López Vallejo al Villarreal por una sustanciosa cantidad y le puso su nombre a uno de los campos de Tajonar como forma de agradecimiento por lo que había hecho por el club.

En 2002 Javier Miranda tomó la decisión de no presentarse a las siguientes elecciones, dando paso a Patxi Izco, que resultó el vencedor en los comicios de aquel año. Si en las elecciones de 1998 pudieron votar 6.553 socios, cuatro años después eran 13.140 los socios con derecho a voto, un ejemplo del crecimiento que experimentó la masa social rojilla durante su mandato. Miranda, una vez retirado de la presidencia, no dejó de pensar en rojo ni un solo segundo y no le hacía ninguna gracia la línea que cogió su sucesor, cómo explicó en una entrevista a este periódico en 2005. Su olfato no le falló y cuando se desveló todo lo ocurrido tras su mandato se llevó un importante disgusto. Pese a eso, no se separó de Osasuna ni un instante. Incluso viajaba a apoyar al equipo a diferentes desplazamientos. Ahora, el presidente de los aficionados cuidará de ellos allá desde donde esté.