No está confirmado que Brandón Thomas siga a esta hora pegado a Busquets. No es descartable que se colase hasta el avión para evitar que el centrocampista del Barcelona tuviese un segundo para pensar. El delantero rojillo fue ayer el perfecto ejemplo de Osasuna. Esfuerzo, trabajo y un planteamiento perfecto desde el banquillo para anular al Barcelona.

Si a su intensivo seguimiento a Busquets le unes una ruptura de cintura a Lenglet y un centro medido para que Torres enchufase el primero de la tarde, le queda a Brandon un partido más que aseado.

Y es que la sensación de ayer es que volvió El Sadar de las grandes tardes. Sí, en Segunda fue espectacular, pero lo de ayer fue otra cosa. Una atmósfera de algo diferente, grande. Ese ambiente de demostrarle al grande que no va a disfrutar en Pamplona. Aquí solo lo gozan unos y van de rojo.

La culpa de esta vuelta a los orígenes tiene nombres y apellidos: Jagoba Arrasate. El de Berriatua colocó un once titular con nueve jugadores de los que lograron el ascenso. Solo Chimy Ávila y Estupiñán eran nuevos. Quería gente que supiese lo que quería y no arriesgó. Y es que ayer no había lugar a la duda: el esfuerzo estaba por encima de todo. Así se pudo ver a Torres, a Rubén, a Mérida o a Rober Ibáñez pegados a su área para cubrir las espaldas del lateral cuando era necesario.

Lo único agrio que queda de ayer es que los rojillos parece que pudieron sacar aún más botín. El Barcelona tuvo la posesión, sí, pero en la primera mitad no hizo nada y en la segunda sí que fue más peligroso, pero incluso menos que Osasuna.

El Sadar, cuando el equipo podía venirse abajo tras la remontada culé, cogió al equipo y le sopló para darle aire y meter al Barcelona en su área. Y empatar (Piqué, lo tuyo de ayer es penalti hasta para el Barcelona). Sí, ayer la Primera división y, especialmente, toda esa gente que solo ve al Madrid o al Barcelona, descubrió que Osasuna cree. Y cree mucho, pero no es de ahora, ya el año pasado era una seña de identidad. Una pena que aún no cayese el tercer gol, que opciones hubo.

Pero más allá del resultado (tres partidos, todavía invictos), la sensación que ya deja este Osasuna es añeja, como en tiempos pasados donde los grandes temían venir a Pamplona hasta el punto de borrarse. Este es el camino a seguir. En serio, ¿Brandon no se fue pegado a Busquets?