las previsiones no eran muy optimistas en cuanto al tiempo durante el encuentro de ayer. Pero no, no llovió, ni mucho ni poco, y eso que amenazó bastante rato. Vamos, como Osasuna contra el Betis, que parecía que sí, pero al final otra vez los rojillos se quedaron con la miel en los labios.

Pocos, o ninguno, podían ser tan optimistas como para pensar que los rojillos podían estar en la jornada 5 dominando partidos como lo hacen. Ya pasó en Valladolid y de nuevo ayer. Osasuna, que ya comenzó bien la temporada, va a mejor. La idea va calando y se van viendo apariciones de esos jugadores que tienen que ser especiales para darle un plus al tremendo esfuerzo que hace el grupo durante todo el partido.

Ayer lo único que le faltó a Osasuna fue marcar. El partido pintaba para el Betis, especialmente en la segunda mitad, como estaba el cielo: con nubarrones negros de esos que parecen que en cualquier momento van a descargar un chaparrón importante sobre tu cabeza.

Pero no cayó agua y eso que hubo ocasiones para ello. Dos clarísimas, una por parte. En la primera mitad, una contra en la que a los indios rojillos solamente les pudo parar Joel. Seis tíos de rojo salieron corriendo, como si de una carrera de los 100 metros lisos se tratara, mientras dos del Betis veían la avalancha que se les venía encima. Adrián tiró a uno de los visitantes y se la dejó a Ávila, al que se le escapó un poco el control, pero consiguió enganchar un buen tiro y solamente una buena intervención de Joel impidió el gol. En la segunda, de nuevo Adrián se la dejó a Ávila y esta vez fue el larguero el que impidió el gol.

Osasuna está pasando un pequeño bache de cara a portería, pero no pasa nada mientras el equipo juegue así de bien. Dijo Arrasate que Chimy andaba rabioso en el vestuario por no anotar goles, pero lo cierto es que a este nivel acabarán llegando los tantos, sin muchos agobios.

La idea de Osasuna está clara y eso vale oro. Es fácil echar un vistazo de reojo a otros equipos donde las dudas abundan (por ejemplo, el rival de ayer). En El Sadar no hay dudas, justo al revés. Hay convencimiento de que se está yendo por la línea correcta para lograr el complicado reto de salvarse. Y los hechos les dan la razón. Y si ayer no llovió en Pamplona, ya lloverá más adelante. En Madrid, tal vez.