Tengo la impresión de que Osasuna va extraviando puntos por el camino. También ayer. Pese a un desordenado primer tiempo, pero del que hay que rescatar un remate al poste y seis saques de esquina para explicar con dos apuntes que el equipo no jugó nunca encogido. Y después de experimentar una notable mejoría en la segunda mitad, con muchas llegadas, remates limpios finalmente pifiados, alguna excelente intervención de Aitor Fernández y, sobre todo, sin rentabilizar una superioridad numérica durante veinte minutos. Esto me trae a la memoria que cuando los periódicos llenaban páginas con anuncios clasificados, la sección de Pérdidas y hallazgos era una de las más curiosas por su contenido. Abarcaba de todo. Y ahora no sería extraño encontrar esto: “Equipo de fútbol busca puntos perdidos. Vitales para su futuro. Razón: Osasuna”. Porque así, con este promedio de empates, habría apuros para alcanzar el techo de los 42 puntos, ya que los grandes no ganan y ese reparto del botín eleva la cota de la permanencia respecto a esa horquilla de entre 30 y 39 de las últimas temporadas. Quiero decir que llegará un momento del Campeonato en el que el número de derrotas, aunque sea bajo, terminará siendo un lastre si no se suma de tres en tres y siguen creciendo los empates.

No hay que despreciar, sin embargo, lo que de refuerzo anímico tiene el igualar partidos jugados a contracorriente como los disputados contra Valladolid, Barcelona y este del Levante; incluso el terminarlos en campo del rival porfiando por la victoria. Pero hay que ganar y comienzo a percibir cierta tensión en el ambiente, como si de alguna manera fuera caducando la confianza en algunos jugadores y en decisiones del entrenador. Un ejemplo de lo que digo es Chimy Ávila. El autor del gol de la única victoria rojilla (en Leganés) va perdiendo presencia en el juego conforme crece su fama (basta escuchar a algunos comentaristas) de delantero chingón y pendenciero. El argentino corre como si no hubiera partido la próxima jornada, lo da todo (también a sus marcadores) pero es la víctima más evidente de la urgencia de marcar para ganar. Y apura las acciones individuales y no detecta a los compañeros mejor situados. Es un síntoma de ansiedad que otros compañeros domestican mejor, pero que, como en el caso de Estupiñán hay ocasiones en que le llevan a la confusión a la hora de decidir si ataca o defiende, si saca el balón en largo o en corto, si cierro por dentro o por fuera, y el contrincante acaba sacando beneficio. Hablo de ellos porque entiendo que son dos futbolistas fundamentales en este equipo y que van a acabar marcando las diferencias.

Dicho esto, no hay que dejar caer en saco roto la capacidad del equipo para reencontrar su estilo, lo que serían los hallazgos. Por ejemplo: “Encontrados futbolista de la cantera e internacional en buen estado”. Porque el cambio de Moncayola por Mérida, la movilidad con el balón de Torres y Rubén García y el trabajo a veces indetectable de Adrián le cambiaron la cara a Osasuna, más estable en todas sus líneas, más reconocible. Reconvertido en jugador de equipo, Adrián fue una ayuda extra para el medio campo, buscó espacios por donde descargar el juego y suyo es el robo de balón origen del gol del empate. El quinto en siete partidos. ¿Un punto que suma o dos que restan?