brió un debate en la víspera Arrasate que luego el partido resolvió porque el fútbol acostumbra a poner las cosas en su sitio. Aplicándose a teorías de organización de empresa, el entrenador de Osasuna habló de la necesidad de optimizar recursos. Supongo que el discurso estaba trazado para justificar la presencia de unos jugadores en la alineación y, al mismo tiempo, la ausencia de otros. Parecía necesario agitar los ánimos después de dos derrotas consecutivas. Por lo general a esas maniobras de una jornada a otra les vienen llamando rotaciones, pero el lenguaje económico le da un poco de barniz a algo que a veces parece tan primario como el fútbol, pero ya nos entendemos. El caso es que por optimizar recursos o por rotar o por dosificar los minutos, Arrasate compuso un once e impuso un estilo que alteraba los fundamentos a los que se viene atando el equipo en esta temporada, que son los de la presión alta y el juego directo, sin sobar mucho el balón en mil pases al pie y buscando llegadas rápidas al área. Para ello, para ese cambio de interpretación, el entrenador renunció a la acometida con dos delanteros acorazados, para jugar con Rubén García como segunda punta. Además, entregó la batuta a Íñigo Pérez y una nueva oportunidad a Juan Cruz. Se apreció pronto que Osasuna ni sabía ni podía jugar a lo que planteaba Arrasate, y que el Huesca era más ducho en el toque y retoque de la pelota, además de tener muy interiorizados los puntos débiles del contrincante. Así las cosas, Osasuna ni recuperó la vistosidad que en el entrenador echa de menos ni encontró su sitio en el campo, ni llegó al área rival si no fue con un zapatazo lejano de Íñigo Pérez. Por contra, solo los reflejos de Sergio Herrera le salvaron de ir al descanso con una desventaja mayor que el 0-1 que reflejaba el marcador.

El parón de quince minutos fue tiempo suficiente para que Arrasate rompiera el manual de empresa que quería aplicar a su plantilla de asalariados, apostara por una interpretación más filosófica del juego y volviera sobre la parte de su discurso del día anterior en la que hablaba de que “no queremos perder nuestra esencia”. Parece evidente que si no quiere perder la esencia no puede volver a experimentar como lo hizo en la primera parte y sí, por el contrario, apostar de inicio por futbolistas que encajan con el comportamiento que se espera de Osasuna. La entrada en el partido de Moncayola y Gallego reactivó al equipo tanto como la retirada de un apagado Roberto Torres y de un Juan Cruz al que le persigue la sombra de Estupiñán hasta aplastarlo.

El Osasuna esencial resultó más pegado a la realidad de sus posibilidades que el Osasuna optimizado; el Huesca soportó a duras penas el vendaval de un equipo más reconocible y que no por previsible en sus movimientos es más difícil de parar cuando busca segundas jugadas y llegadas sin ralentizar por banda. El contraste, ya digo, puso muchas cosas en su sitio. La reacción no dio para remontar, pero al menos resolvió la duda sobre el estilo con el que encaja mejor la plantilla, sobre cómo utilizar los recursos con los que se ha dotado al equipo. Arrasate tiene los futbolistas para un determinado estilo y ese es, ahora mismo, el que más se parece a la esencia de Osasuna. El más óptimo de los recursos.