sasuna deja ver el sello de un club centenario. Poca improvisación y mucha previsión. Cuando se tiene cierta edad, y también un prestigio, hay que demostrarlo en los grandes acontecimientos. Y el partido de ayer lo era. Porque cualquier visita del Real Madrid a Pamplona, desde el año 1934, ha puesto patas arriba a la ciudad. Y esta ocasión no lo iba a ser menos; aunque las gradas quedaran huérfanas de público y esa presión extra al grito de "Qué miedo me da, qué miedo me da..." le restara alientos a Osasuna y le quitara un dolor de cabeza a los merengues. Este clásico (que para el osasunismo lo es), jugado durante cuatro días, se ventiló en noventa minutos en los que los rojos demostraron cómo vienen preparando su inminente despegue de la parte baja de la clasificación. La brigada de Arrasate emuló en trabajo, eficacia y coordinación a las cuarenta personas que durante horas combatieron a pala y rastrillo con la nieve para cumplir con el compromiso del calendario. Porque en ese margen de tiempo había que demostrar que, pese a que no le traten como tal, este es un club serio que intenta hacer las cosas bien, aunque por medio transite la amenaza de un temporal; o un adversario con tantas figuras que necesitaría poner en liza dos equipos para tenerlos a todos contentos. Osasuna superó la doble prueba a base de método y tenacidad. Después de ver ese despliegue en un marco de partido de antaño, no me extraña que el Madrid quisiera aparcarlo hasta que nevara menos.

No me queda claro, sin embargo, si el Real Madrid quería jugar, prefería un aplazamiento o como comentaron algunos medios, fue LaLiga quien le obligó a intentar llegar a Pamplona. Algo raro envolvía a este choque cuando a mitad de semana ya hablaban de una posible suspensión e incluso ponían día y hora para recuperar el encuentro. En Osasuna, que no tenía información ninguna de LaLiga al respecto, causaban sorpresa, cuando no irritación, todas esas especulaciones que de alguna forma ninguneaban al club navarro y a sus esfuerzos para que el partido se celebrara según lo previsto y aminorando los posibles efectos de la nevada que estaba por llegar con medios mecánicos y humanos. La sensación que emitía el Madrid es que no quería jugar el sábado, aunque ya adelantó un día el viaje a Pamplona. Luego, ya en el aeropuerto de Barajas, los medios madrileños no dejaron de bombardear con el malestar reinante en la expedición por la larga demora: todo esto, desde luego, no hubiera ocurrido si, atendiendo las previsiones que ya se manejaban con antelación, y que no han fallado, hubiese animado al Real Madrid a ponerse en camino el viernes por la mañana. Todo lo demás ha sido caer en un victimismo incomprensible en un club de esa envergadura. Incluido el lamento final de Zidane afirmando que el partido no debía haberse jugado. Sonoro desprecio de un bien pagado profesional a la peonada que dejó el campo apto para el fútbol.

El empate, en fin, suma más por el lado emocional que por el material. Con cuatro empates consecutivos en una racha de once encuentros sin ganar, ahora hay más motivos para creer. En un partido de pala y rastrillo, Osasuna salió vivo de la tempestad que pasó por El Sadar. Había dos buenas brigadas. Y un centenar de motivos.

Osasuna ofreció vehículos al Madrid. Desde que la expedición llegó a Pamplona, Osasuna se puso a disposición del Madrid para ayudar en todo lo que necesitara. Incluso ofreció movilizar vehículos si el autobús de los madrileños tenía problemas para salir del hotel, ubicado junto a la Cuesta de Beloso.