n este mismo escenario, en Mestalla, dictó Paquito algunas de sus mejores lecciones con la camiseta del Valencia entre los años sesenta y setenta. Francisco García Gómez, medio de juego exquisito y entrenador de los rojos en un curso decepcionante (1995-96) tanto para él como para una afición que le esperó con los brazos abiertos, ha pasado sin embargo a la historia del club por acuñar la celebrada frase en la que comparó al Osasuna de Alzate con una banda de indios. Tenía su fundamento la apreciación porque aquel equipo de principios de los ochenta atacaba a pecho descubierto, en la mayoría de las ocasiones por sorpresa y no hacía rehenes. Esa imagen, que reaparece muy de tarde en tarde como evocación de otro fútbol menos mecanizado, volvió a asomar ayer en el viejo feudo de Paquito como el mejor argumento de un grupo indómito que pelea con todo lo que tiene para conservar su territorio, que es la Primera División. Ese Osasuna a la carrera, con aires nostálgicos, que ya dejó una gruesa pincelada en el gol fabricado por Roncaglia y Barja ante el Espanyol, es una buena noticia, no solo porque desprende esencia de un fútbol ajeno a los cánones actuales sino porque ahora se encomienda a la estrategia más útil para un equipo que, por su delicada posición, primero tiene que defenderse con energía y, a la menor oportunidad, salir veloz al contragolpe intentando coger despistado y desarropado al enemigo. El sello de los viejos indios, de Iriarte, Echeverría, Iriguíbel y Martín, está impreso en el 0-1, con la salida de Torres con el balón y la galopada acompañando de Nacho Vidal para rematar la ejecución. No lo hizo el lateral, sino Calleri, que aprovechó el desconcierto de un rival que ya llegaba tarde para aplicar el tiro de gracia sin preámbulos ni últimas peticiones. También el despliegue del postrero contragolpe del partido, con Oier al frente y Barja tratando de repetir la acción de la Copa, era otro calco de ese juego de antaño, aunque en esta oportunidad Jaume Domenech se le vino encima al exterior, con un detente bala colgado al pecho, y puso su corpachón para evitar la derrota cuando al Valencia ya no podría salvarle ni el Séptimo de Caballería. Faltó muy poco para asaltar el fuerte, pero esta batalla se antoja muy larga.

En fin, esta película, todo un clásico del blanco y negro, ya la hemos visto otras veces. Me refiero a ese guión tan manoseado en el que para defender su ventaja y la posibilidad de un triunfo que refuerce los planes y la autoestima, con esa precaución en el cuerpo, Osasuna va dando pasos atrás y acaba encerrándose en su área. Hubo entonces cambio de papeles: los indios trataron de hacerse fuertes en su reserva y el rival herido les acometió confiando en la rendición por pura fatiga más que en la eficacia de su atropellado acoso, que fue más bien poca durante toda la batalla. Al final, Osasuna terminó clavándose una flecha en el pie y entregando parte del botín que le pondría hoy mismo en la línea de salida para emprender la fuga.

Pero pase lo que pase, Osasuna no contempla la rendición. No entra en los fundamentos de la tribu. El jefe, Jagoba Arrasate, parece aproximarse con los cambios y retoques al modelo de equipo que remonte. Todo hará falta, incluso la invocación a los indios.

Aplazada la reunión con Velasco Carballo. La reunión a tres bandas prevista para la próxima semana entre Osasuna, árbitros y Federación Española ha sido aplazada hasta que la Comunidad de Madrid levante el confinamiento perimetral de Las Rozas, lugar donde está convocada la cita.