Osasuna dio este sábado el paso definitivo para certificar su salvación matemática. Era cuestión de tiempo que esto ocurra y, la verdad, que analizando todo lo ocurrido esta semana, menos mal que ya está en el bolsillo.

Y es que una vez conocidos los diferentes comunicados que ha ido emitiendo Osasuna estos días no dan lugar a la tranquilidad. Sí, por supuesto que no es la situación dramática de Sabadell, pero tampoco tiene el club las mismas salvaguardas que entonces.

Con 43 millones de deuda no se puede estar tranquilo. No. Y menos de donde venimos. Claro, no es lo mismo que la deuda sea con los bancos que con Hacienda, como en otros tiempos, pero tampoco podemos enmascarar que si Jagoba Arrasate, la dirección deportiva y los jugadores no le hubiesen dado la vuelta a esto allá por Navidad la situación en estos momentos sería como mínimo preocupante. No hay problema en tener una deuda, claro que no, pero tan significante como la actual.

Claro que el valor deportivo de muchos jugadores ha ascendido con el ascenso y las dos salvaciones, pero eso hasta que no se vende por esa estimación es bastante humo. ¿Asistiremos, como ya pasó con Merino, a alguna venta para tener ingresos que luego se explica de otra forma hasta que se descubre la verdad? Esperemos que no.

También es verdad que el campo, impresionante, ha quedado precioso y ha multiplicado su valor a saber por cuánto. Imagino que los dueños, es decir el Gobierno de Navarra, estarán muy contentos, pero lo que es para Osasuna implica poco más allá de que una reforma de 16 millones no se sabe en cuánto va a acabar. Y es que los rojillos no tienen la salvaguarda del patrimonio como en 2014. Aquello salvó al club, ¿que lo haría ahora?

Tampoco da mucha tranquilidad que el Club comunique una comisión de reforma de los estatutos sin haber hablado ni un poco con la oposición.

Osasuna ha logrado recuperar un estilo, una idea que da resultados, pero esto es deporte y en cualquier momento las tornas se pueden poner negras. Por eso, cuanto antes, el Club debe de retomar una política de reducción de deuda que devuelva a la entidad donde esta misma Junta lo trajo y lo ha sacado.