En un párrafo

ataluña se lanza a por unos Juegos de Invierno (a los que se quiere apuntar Aragón) y en Madrid sigue el runrún de albergar algún año unos de verano (pese a las tres candidaturas fallidas que acumula ya). Pero ni en un caso ni en el otro hemos visto estudios serios que justifiquen semejante gasto multimillonario. El olimpismo moderno acumula ya unos cuantos desastres absolutos -Montreal 1976, Atlanta 1996, Atenas 2004, Río de Janeiro 2016...- frente a muy contados éxitos -Barcelona 1992, Sidney 2000 y poco más-, y cada vez son más las ciudades (y sus habitantes) que no quieren saber nada de endeudarse en busca de tan inciertos beneficios. No es casualidad que tanto París 2024 como Los Ángeles 2028 se hayan adjudicado de forma directa porque no había más candidatos. Y cala la impresión de que acoger unos Juegos es tan caro que esa decisión ya no se puede dejar solo en manos de los políticos. Ni siquiera de los honrados.