Osasuna estuvo a punto de ofrecer a Oier un partido de película. No con un final feliz, porque aún quedan un par de capítulos vestido de rojo por lo menos, pero sí una bonita historia que sumar a todos estos años como rojillo y futbolista de la casa. El capitán puso el encuentro en órbita con su gol, el primero de su cuenta en este curso, animó a la grada y enloqueció también a sus compañeros, conscientes todos de la vivencia que se venía, de esos instantes irrepetibles. Todo empezó muy bien, pero la fiesta que inició Oier nadie la siguió y lo que arrancó como una victoria vibrante, terminó en un empate gris en un encuentro soso, sin mordiente. Nada que ver con el motor que ha empujado al capitán todas estas temporadas. El Getafe, un equipo que llegó a El Sadar con la calculadora de la permanencia como instrumento, no lo puso nunca fácil y si expuso el tesón suficiente -bien condimentado con interrupciones- para hacer su suma y estropear la tarde de forma sorprendente. Tan poco hizo en ataque en El Sadar que incluso el gol de su cuenta salvadora lo anotó un jugador de Osasuna, Torró.

Nadie le puede quitar ni a Osasuna ni a su afición los momentos de éxtasis con su capitán en una cita tosca y sin glamour como la de ayer. Sin embargo, solo el desarreglo del resultado final, el comienzo con triunfo y la frustración del empate, estropeó lo que empezó como una bonita tarde. Cuando la Liga está casi terminada y se ha sacado buena nota, tampoco se debe tomar el empate como solo amargo.

Retumbaba a temeridad nueve cambios respecto a la última alineación, pero la revolución en el equipo de Arrasate estaba domada por las variantes que con antelación, en el partido ante el Espanyol, ya había planteado. Consecuencia de aquel primer movimiento de fichas, futbolistas titulares como Nacho Vidal, Lucas Torró, Rubén García y Chimy Ávila regresaron al once y, además, se mantenían piezas del encuentro en Barcelona en dos tipos sólidos David García y Juan Cruz. Es decir, apariencia de terremoto, pero todo estaba bien sujeto.

Además, no podía haber un comienzo más trepidante que el firmado por Oier. El capitán anda contando los minutos de su despedida como rojillo y no hay nada mejor que ser protagonista con un gol marca de la casa: apareciendo desde atrás, con un rival colgado del hombro, sin miedo y con la cabeza como un ariete. Una felicidad. El Oier de siempre.

Osasuna entraba lanzado en el partido y Oier seguía rondando por la zona caliente en otro remate que se marchó fuera. Sin embargo, pronto todo se deslució. El Getafe dio un paso adelante, el encuentro comenzó a enfangarse entres faltas e imprecisiones y, en el colmo de la fatalidad, encima quedaba igualado en el marcado por un gol en propia puerta tras un plongeon de Lucas Torró. Sin chispa, con el Getafe quizás con un poco más de tensión, se marchó el partido al descanso. Hacía falta animación.

Arrasate ha ido cumpliendo lo que ha anunciado y ante el Getafe, además de la recomposición del equipo titular, sí hubo algo del banco de pruebas para la próxima temporada. Quizás empujado por la baja de última hora de Cote, a Juan Cruz le volvió a tocar desempeñarse como lateral izquierdo y, lo que es lo más importante, a demostrar ante los aficionados que es un tipo difícilde superar en su flanco y que esta versión del futbolista con confianza, como se vio en el campo del Espanyol, va a resultar muy aprovechable en el próximo curso desde el carril. Roberto Torres fue el otro hombre que fue testado. El centrocampista jugó como interior, en el lado izquierdo porque el derecho correspondía a Oier, y se estrenó con un pase profundo que templó después Rubén García a la cabeza del protagonista.

No hubo aire nuevo en el segundo tiempo y, al contrario, el partido se convirtió en un sopor pese a que la insistencia de Osasuna buscaba algo de oxígeno y menos espesura. El Getafe abrazó el resultado, un punto para sus cuentas, y asfixió el partido. Casi no pasó del centro del campo y su estadística ofensiva solo reflejó tres centros sobre el área de Juan Pérez. La de Osasuna tampoco resultó una delicia porque no acertó a rematar entre los tres palos en todo el segundo tiempo.

Oier se marchó mediado el segundo tiempo y fue uno de los tres cambios con los que Arrasate intentó animar el partido. Sí mejoró la intensidad de los rojillos porque Darko, Budimir y Moncayola salieron hambrientos de balón. No hubo ocasiones claras más allá de los revuelos en torno al área y un cabezazo de Barja que, pillado en el sitio del 9, no acertó a conectar con tino.

Osasuna, que siguió sumando y volvió a incomodarse por cómo se le escapó una victoria tras ponerse por delante, se consolida en la novena plaza. Aunque la fiesta completa con Oier tuvo que esperar.