Conociendo al bueno de Lucas Torró, que nunca dice una palabra más alta que otras y que en todo lo que pronuncie será educado, todavía cuesta entender más la acción delante de su cara. Vinicius no tuvo bastante con realizar la acción del segundo gol, ganar la línea de fondo y servir un balón que generó el peligro necesario para que la jugada terminara en gol.

No contento con eso, como si no le fuera suficiente con el hecho crucial del fútbol, a Vinicius lo que le gusta además es regodearse de que juega con unas reglas distintas, con una impunidad insolente y en un club que le queda grandísimo. Nada más meter el segundo tanto, Vinicius se paseó por el área de Osasuna antes de irse a abrazar con los suyos. Se detuvo frente a Torró y se dedicó a hacerle una mofa con la boca abierta. Cuesta creer que antes de ese lance, Torró le hubiera dicho lo más mínimo. Y una reacción así solo demuestra la poca clase que le distingue al margen de lo que haga con la pelota. También se besó y limpió el escudo delante de la afición rojilla y en el túnel las tuvo tiesas con el Chimy por ese comportamiento feo y constante.

Si incluso Moncayola, del que su propio entrenador dice que es demasiado noble para jugar de centrocampista, le advirtió a Vinicius al cuarto de hora tras una de sus desmayos al césped cuando va apurado que tenía mucha jeta, imaginen lo que tuvo que aguantar el muchacho de Garínoain. A Vinicius, que como jugador es un martillo pilón con un desborde espectacular, igual de veloz que resistente, el personaje le ha comido hace tiempo el futbolista que lleva dentro. Y ese meme le va a pesar siempre. Se sienta víctima o sea verdugo.