Escucho a Jagoba Arrasate durante la semana señalar dos tareas inmediatas: recuperar la “solidez defensiva” y “generar ilusión”. Pero el partido en Villarreal dejó las cosas como estaban… o un poco peor, que es la tendencia en la que ha caído el equipo. Y hasta el propio entrenador con sus decisiones. Pobre consuelo el de recordar el despliegue de juego de Osasuna durante la primera parte: cuatro disparos francos a portería que, sin embargo, ponen en evidencia la poca puntería de los rojillos, la ausencia de inspiración a la hora de driblar al portero o de embocar la pelota. En este fútbol que vive prisionero del big data y que deja en un plano secundario los conocimientos cimentados en la experiencia, la mediocridad nada a sus anchas en un mar de datos. Los números que destripan el partido ponen a Osasuna por delante del Villarreal en la mayoría de los apartados. Con esto, afirmar que el cuadro amarillo ganó al final solo porque marcó más goles sería de una simpleza mayúscula, tan falso como querer engañarnos pensando que aquí no pasa nada, el barco, la permanencia y tal y tal. 

Osasuna no está bien y hay que partir de esa premisa, de mirar la botella rota de la segunda parte y no de exponer la botella medio llena de la primera mitad. Algo no funciona en un equipo que manda en el campo durante casi una hora y vuelve a Pamplona con tres goles en contra. De nuevo, los tres únicos disparos del rival entre los tres palos acaban en gol. Duele repetirlo, pero hace semanas que el bueno de Sergio Herrera no para nada de lo que es de su competencia. Los defensas, claro, tampoco le ayudan: Morales, que hasta ayer no había marcado en Liga, les dejó en evidencia en los tres goles. Pero es que Aimar Oroz se echa el equipo a la espalda y Arrasate le saca del campo. Con 2-0, el entrenador también retira a Budimir. Mientras tanto, la lluvia de centros laterales nunca encuentra (salvo en el lanzamiento de falta del 2-1) a alguien con la camiseta roja. Tampoco a Raúl García de Haro. Ni a Chimy como una solución de urgencia en el área porque el argentino, el 9, está pegado a la banda derecha.

Me pregunto si la plantilla está preparada para salir pronto de este bache. Se sigue hablando, en tono negativo, de las altas expectativas que venían alimentando algunos sectores del osasunismo. No creo que esa ilusión externa haya presionado a los jugadores y al entrenador; en todo caso, ellos apechugan con un alto grado de responsabilidad al venir de donde vienen: séptimo puesto en Liga, final de Copa, previa de Conference League… Pero esto tampoco justifica que Osasuna solo haya ganado dos de los once últimos partidos o que haya sumado un punto de los últimos doce o que le hayan marcado catorce goles en las seis jornadas recientes. Así que no solo hay que recuperar la solidez defensiva, también la eficacia en el remate, la autoridad en El Sadar, la regularidad, la capacidad de remontar, el buen criterio, la serenidad en la toma de decisiones…

 ¿Y la ilusión, dónde queda? Voy a tirar de emotividad: Osasuna nos ilusiona a muchos por el simple hecho de existir y de subsistir en este fútbol mercantilizado; nos ilusiona la permanencia, la Supercopa y la Copa del Rey; nos ilusiona intentar ganar el próximo sábado a la Real; nos ilusiona ver casi lleno el estadio; nos ilusiona Tajonar. La ilusión del hincha rojillo, como la energía, ni se crea ni se destruye, solo se transforma. Y ahí anda ahora el osasunismo, en ese tramo intermedio con seis puntos sobre el descenso y a diez de Europa. Lo demás es tarea que tienen pendiente Arrasate y sus chicos. Y no es poca.

Confidencial

Seis enviados de Osasuna a Riad. Durante la pasada semana, seis personas de diferentes departamentos de Osasuna viajaron a Riad para conocer in situ las instalaciones deportivas y hoteleras que utilizará el equipo durante la disputa de la Supercopa. Aunque Arrasate era partidario de viajar el 8 de enero, se hará el 9.