La esencia del fútbol
En el fútbol actual está todo tan estudiado que parece haber perdido la esencia del juego hasta que te encuentras en un césped a dos tipos como Rubén y Aimar que hacen olvidar al VAR, a los datos, a los GPS y a todo para recordar que, al final, a los buenos hay que darles la pelota y dejarles jugar.
Pero es difícil analizar el encuentro contra Las Palmas sin acordarte del fútbol moderno. Ese que hace que los jugadores, en vez de saltar a protestar, se arremolinan en el banquillo para ver una tele para comprobar si algo es legal o no. Ahí buscaban una explicación, por ejemplo, al gol anulado a Boyomo por un fuera de juego que luego se convirtió en mano para terminar en el limbo de las decisiones que jamás le pitarán a otros. Y en ese limbo de jugadas inexplicables, Osasuna tiene que ser el más representado de la historia. Para el descanso, una media horita después, se vio una toma dónde parece que se ve que le daba en la mano.
Ese fútbol moderno que cada día cala más tanto dentro como en el entorno del club rojillo, no nos confundamos tampoco. Ese donde los datos han acabado por imponerse a la lógica hasta el punto de invitar a dejar solo a un jugador durante toda una jugada como si ese no fuese a actuar y, obviamente, te acaba empatando.
Un gol que dejó a Osasuna semi ko cuando mejor estaba. Tras una primera mitad en la que el equipo se asemejaba más al visto lejos de El Sadar que al de casa, los rojillos se despertaron (era la hora de la siesta, también es comprensible) con el no gol de Boyomo. Tras ese ligero arreón llegó el penalti a favor de Osasuna y el estreno de Budimir como goleador esta temporada.
Pero ese empujón quedó aplastado con el empate y el descanso. La vuelta del vestuario fue una de las peores que se recuerdan en años y solo un gesto rápido de Catena para tirar el fuera de juego permitió anular el segundo de los visitantes. Entonces es cuando El Sadar volvió a los 90 y comenzó a recordar durante varios minutos ese cántico en el que se pide a los jugadores que le pongan ‘ganas’.
Pero al final, el fútbol siempre vuelve a su esencia. Esa en la que si se juntan los buenos, aunque estén jugando regular tirando a mal, pasan cosas. Así que, en medio de la caraja de Osasuna, Rubén cogió un balón, lo lanzó al pie de Aimar y este hizo el resto. Victoria, las sensaciones no son todo lo positivas que deberían, pero con puntos, lo otro ya irá llegando.
P.D. Esta semana se leía en este periódico la pulcritud rojilla con la televisión. Yo me pregunto, ¿o hay un plus económico cada vez que los comentaristas hablan del Reino de Navarra?