Osasuna desaparece en el Bernabéu (4-0)
Los rojillos caen goleados por el Real Madrid en un muy mal encuentro por parte de los de Vicente Moreno
Un grande de la Liga es un mal enemigo, y un grande en crisis es un monstruo. Osasuna se topó con la segunda versión del Real Madrid y el encuentro terminó en tarde de miedo, favorecido por la pésima actuación de los rojillos. Si frente a un contrincante cualificado se debe estar a gran altura para optar a algún premio, si se decae en cualquiera de las facetas –rigor defensivo, chispa ofensiva, intensidad en todo momento–, se favorece cualquier película de terror.
Si Osasuna tenía algún plan para hurgar en la herida del Real Madrid, no le salió; al contrario, ni se aproximó a ello. El equipo de Vicente Moreno –en la grada por su segundo encuentro de suspensión– no elevó su presencia en el terreno de juego al grado de pugna, de pelea, y un Real Madrid activo pero espeso al principio, encontró en el tono pusilánime de los rojillos una autopista hacia la victoria, un refrendo a su necesidad de cambio. Osasuna catalogará la cita del Bernabéu como uno de esos partidos para olvidar, pero no del todo. Si no se llenan los niveles de exigencia mínimos, también los de competitividad y ambición, fácilmente se cae por el precipicio. Da igual el rival, solo que un contrincante de la talla del Real Madrid se cobra en amplitud en el marcador y sonoridad en el resultado cualquier concesión. El equipo de Ancelotti también expuso más interés por llevar el partido a su terreno –era necesaria también una demostración de coraje–. Osasuna tampoco fue capaz de armar un disparo entre los tres palos. Todo empujó hacia el desastre.
Osasuna se tragó una derrota dolorosa en el Bernabéu en un encuentro en el que los errores, como no podía ser de otro modo, resultaron letales frente a contrincantes de mucha calidad, con futbolistas resolutivos que, tarde o temprano, van reclamando su cuota de protagonismo a cada encuentro. No estuvieron mal los rojillos aguantando el dominio del Real Madrid, que salió con la vara de mando desde el pitido inicial, porque había mucha posesión, pero poco fuego. Cada uno en su sitio, unos hinchándose de balón y los otros, sin que les hincaran el diente, así circulaban las cosas. Tan comedido estaba el partido que Aimar Oroz hizo la primera falta de Osasuna en el minuto 13 –la recibió el hiperactivo Vinicius– y Rodrygo, antes de irse lesionado, probó por primera vez a Sergio Herrera un minuto después.
El partido, curiosamente, no se iba a resolver por el aplastamiento del Real Madrid, sino por un par de fogonazos en menos de diez minutos en la recta final del primer tiempo que desnivelaron definitivamente la contienda y que ayudaron a marcar las diferencias entre uno y otro. El primer gol de Vinicius en su tarde espectacular fue tras una pérdida de Osasuna en el centro del campo y una llegada ventajosa del delantero que, con treinta metros para conducir y golpear después, resolvió con precisión. Al conjunto navarro le pillaron la espalda poco después en un pelotazo al que acudió Bellingham desde su campo y del que, en el intercambio de miradas entre Mocayola y Sergio Herrera –el centrocampista pidiendo la salida del meta y el portero, solicitando la actuación del medio–, salió beneficiado el centrocampista inglés para marcar tras cuarenta metros de carrera. Y se acabó. Tan sencillo y tan crudo.
A Osasuna se le hizo eterno el partido. O había una reacción por las bravas, a base de carácter, intensidad y cambio de guion –se tenía que llegar a la portería rival de algún modo, hacer acto de presencia en la historia del encuentro–, o la tarde iba camino de volverse un infierno. Los rojillos lograron forzar un córner, el único que hicieron en la segunda mitad, y resultó fatal. Para ellos. Lunin largó un zapatazo que atrapó Vinicius en su propio campo y corrió sin oposición –Areso junto a él, Herrera en el área– para marcar el tercero y poner a Osasuna al borde de un grave apuro. No pasó nada por el lado del equipo rojillo hasta el final salvo un par de intervenciones meritorias del portero para evitar nuevos goles de Vinicius y Valverde. El brasileño, antes de ser sustituido, tuvo tiempo de hacer el tercero de su cuenta tras un grave error de Boyomo, a quien le robaron la pelota en el borde del área y favoreció el gol sin oposición. Para entonces, Osasuna ya estaba desaparecido