Tomo prestada la frase de esa canción de Joaquín Sabina (Motivos de un sentimiento) que es un himno alternativo para el Atlético de Madrid. Porque hay maneras de perder y la de Osasuna este domingo no fue la más indecorosa. Me atrevería a decir que ha sido la mejor exposición de principios que ha realizado lejos de Pamplona, por encima incluso de la victoria conseguida en Anoeta. En el balance de esta hora y media hay muy poco que reprochar, aunque ese capítulo corto recoja dos cuestiones de peso. Por un lado está la dificultad que tiene el equipo para resolver en forma de remates entre los palos el asedio al que somete al adversario y los balones que envía al área. El dominio del terreno y de la pelota que siguió al gol de Julián Álvarez no fructificó en llegadas con algún peligro. Puede rescatarse un chut desviado de Raúl García de Haro y el golpe por detrás de Barrios al pie de Rubén García, de cuya revisión se desentendieron tanto el árbitro como el VAR. La otra cuestión determinante fue el gol del futbolista invisible; solo así cabe entender que ninguno de los rojillos que defendían el córner más cerca del marco abandonaran el marcaje al delantero argentino al que puede verse sin ninguna vigilancia desde que el balón se pone en movimiento en la esquina. Yo creo que hasta él mismo se sorprende de que nadie le tomara en cuenta.

Dicho esto, ni los jugadores ni el entrenador salen malparados. Empezando por el final, Vicente Moreno desmontó las críticas de quienes le reprochamos que no explore otras alternativas, que no se salga del guión en las alineaciones y en la gestión de los cambios; elecciones que debilitan a la plantilla, que ha perdido después de cinco meses de competición a dos canteranos que no han tenido minutos de confianza. Este domingo, en una apuesta sin disimulos, el técnico puso por anticipado todas las fichas (al menos las de más valor) en la casilla de la Copa. Pero lo que pudiera entenderse como dejar en un segundo plano el compromiso del Metropolitano, expuso sobre el campo la buena preparación del partido. No fue el dibujo de 5-4-1 una táctica encogida; al contrario, Osasuna salió con determinación por las bandas y cerró bien el juego de contragolpe de los colchoneros. Lástima del remate de cabeza de Herrando que pudo haber adelantado a los rojillos.

La elección de los once que hizo Moreno, con seis cambios respecto al encuentro con el Athletic, también podía ser una trampa para los menos habituales. No fue así. Osasuna defendió con orden y solvencia; asomó Boyomo por banda en la primera parte hasta en las proximidades del córner; Herrando volvió a demostrar que no es menos que los otros dos centrales; Pablo Ibáñez sigue siendo un futbolista que aporta, que debe continuar en la plantilla por mil motivos, ninguno de ellos económico; y Raúl debería llevar una lucecita incorporada para que quienes solo miran el balón observen sus movimientos, las descargas en medio campo y el trabajo en la presión.

Al margen de posicionamientos resultadistas, Osasuna tuvo respuestas para los distintos momentos del partido y ofreció una buena imagen, porque no hay que perder de vista que tenía enfrente al líder de la Liga, que ha ganado 14 partidos consecutivos. Hay maneras de palmar como hay maneras de soñar. Y en eso está ya inmerso esta semana el osasunismo.