Osasuna compitió y eso ya es importante en este momento. Igual que ese punto que pone al equipo siete por encima del territorio de los desahuciados. Tanto como la serenidad que aporta para preparar con menos tensión el partido de Leganés. De la misma forma que permite al entrenador salvar el primer ‘match-ball’, en el que estaba en juego su continuidad.
Un balón de oxígeno también para los dirigentes del club, que ya se veían en la tesitura de tomar una decisión respecto a Vicente Moreno, con todo lo que ello conlleva, y la parte económica no es la más importante. Porque lo verdaderamente comprometido sería tener que dar la cara para hilar explicaciones que podían remontarse hasta la pasada primavera.
Por cierto, este domingo, a Braulio Vázquez le preguntaron antes del partido: “¿Desde la secretaría técnica se sigue confiando en el entrenador?”. El exfutbolista Toquero, ahora en labores de comentarista, se lo puso fácil: bastaba con responder “sí”, pero Braulio prefirió echar el balón fuera. “A nosotros nos cuesta mucho destituir a un entrenador”, improvisó para no dejarse pelos en la gatera, que las hemerotecas son muy chivatas.
Pero la situación era extremadamente comprometida; y en esa tesitura hay que elogiar la magnífica respuesta de la plantilla. Porque, no nos engañemos, en el osasunismo había pocas esperanzas de salir indemnes de San Mamés después de los últimos y decepcionantes partidos del equipo.
Sin embargo, el planteamiento con los tres centrales aportó garantías en defensa, y el trabajo de contención de los centrocampistas no concedió ni un segundo de reposo al rival. Otra cosa fue el despliegue en ataque, que pese a los esfuerzos de Aimar, Rubén García y Areso, no resultó productivo.
Con todo, el último disparo a gol del encuentro lo protagonizó Rubén Peña, pero no encontró el hueco para colar la pelota entre el cuerpo de Unai Simón y el poste.
Otro dato positivo es comprobar, una vez más, que la presencia de Herrando aporta más consistencia. En San Mamés, junto a Aitor Fernández, el trío de centrales apenas concedió remates. Boyomo ganó los duelos en el cuerpo a cuerpo y Catena dejó uno de sus mejores partidos.
La fortaleza defensiva, que no acertaban a asaltar los hermanos Williams, fue posiblemente lo que animó al entrenador a seguir alimentando la maquinaria con cambios que reforzaban posiciones. En la última media hora cambió el dibujo a un 5-4-1. No estaba el día para ejercicios de ambición, más aún cuando a Areso se le encendió la luz de la reserva y a Oroz le costaba más atacar que defender.
Osasuna suma un punto y gana tiempo. Aunque estos estados de ánimo son de ida y vuelta y necesitan el refrendo del partido siguiente. Al menos, el equipo transmitió mejores sensaciones, hubo mucha puesta en común en el campo y una leve reacción, aunque parece imposible ganar un partido, no solo como visitante sino también como local.
El entrenador salvó una bola de partido, emulando a los tenistas que prefieren jugar desde el fondo de la pista a arriesgar y subir a la red para ganar el tanto. Es lo que hay.