Competir y algo más
Decir de Osasuna que ha competido en un partido es una redundancia. Es la primera premisa de este equipo y no es de ahora. He contado en alguna otra ocasión que conocí a un entrenador que después de llenar una pizarra con círculos, flechas y otras geometrías por el estilo –indicando la tarea de cada uno de los once que iniciaban el partido–, después de una apasionada charla en el vestuario, borraba con energía todo lo dibujado con la palma de la mano. “Esto no sirve de nada si no le echáis cojones”, clamaba pasando del rigor del método al fragor de la arenga. Donde pone cojones vale también el verbo competir. Sin ese principio no hay nada: ni dibujo, ni cambios ni estrellas del balón. Ya digo que en Osasuna ese carácter, traducido también por el ‘nunca se rinde’, viene de serie o de una transfusión en la caseta. Basta con ver la rápida adaptación de un chico tan ajeno a la casa como Víctor Muñoz para constatarlo.
En estas tres primeras citas del Campeonato hemos visto a un Osasuna que puso en aprietos al Real Madrid (que ganó de penalti), que llegó a jugarse a la carta de la ambición la victoria ante el Valencia por priorizar siempre el campo que tiene por delante que el que deja por detrás, y que, tirando de los mismos argumentos que en los encuentros anteriores, podía haber conseguido un mejor resultado en la visita al Espanyol. No es hablar por hablar; Budimir en un par de remates y, sobre todo, Catena en un incomprensible contacto con el balón (en su descargo, alguien le excusó apuntando algo tan obvio como que “no es delantero”, como si un defensa solo estuviera capacitado para despejar), si marca el central a puerta descubierta, nadie pondría peros al empate.
Así que ese postrero elogio sobre lo bien que está compitiendo Osasuna suena a la excusa del alumno que ha estudiado durante horas y horas pero no aprueba el examen porque confundió una fórmula química o al autor de Réquiem por un campesino español. “Si lo sabía…”. Ya. Pero tienes que recuperar. En este sentido, en las declaraciones postpartido, tanto Lisci como Víctor Muñoz coincidieron en que hay que hacer algo más para sumar puntos como visitante. También hay que tomar en cuenta lo apuntado por Sergio Herrera sobre entrar bien al partido. Yo creo, por lo visto, que Osasuna ha entrado mal en las dos segundas partes de los encuentros que ha perdido: en el Bernabéu recibió el gol en el minuto 51 y este domingo en el 52, tras un deficiente despeje de Rosier y una falta de atención en la marca de Víctor Muñoz. La reacción en el campo del Espanyol tuvo más método y determinación que en Madrid, también por parte del entrenador, que agitó las piezas del tablero para encerrar al rival pero, qué lástima, Catena no es delantero.
Hay más, un elemento ajeno aunque determinante. No basta con competir: tienen que dejarte hacerlo sin levantar obstáculos, sin ponerte zancadillas; y si te las ponen, sancionarlas. En este sentido, las decisiones arbitrales perjudicaron a Osasuna. Que el VAR no intervenga en el penalti cometido sobre Víctor Muñoz y le haga ver la falta al colegiado es para poner una dura queja ante el organismo competente (si queda alguno después de la sanción impuesta a Bretones). Ese fue el error más clamoroso del trencilla, pero es que Miguel Sesma sembró el camino de Osasuna de chinchetas. Me refiero al reparto de tarjetas; la laxitud que tuvo en la primera mitad con Dolan, Pol Lozano y Kike García, no la aplicó en la segunda con Osasuna, en particular con la secuencia de faltas sobre Aimar Oroz. No es un lloriqueo por perder el partido: es la jodida realidad.
El inicio de la Liga no ha reportado a Osasuna los puntos que merecía, no solo por su nivel competitivo sino por el esfuerzo de desplegar un sistema que anima los partidos. Todo llegará.