Calle del Dos de Mayo, 1919
EN 1919 la actual calle del Dos de Mayo era aún conocida por los más viejos pamploneses como calle del Palacio, título que había ostentado hasta 1908, cuando se dedicó a la memoria de los hechos acaecidos el 2 de mayo de 1808, es decir cien años antes, en Madrid.
Vemos, a la derecha, la fachada del convento de las Adoratrices, alojado en un caserón que había sido levantado en el año 1846 por el arquitecto Serafín Villanueva, aunque sometido a reformas posteriores, como la capilla neogótica que se construyó en el año 1903. Sus seis vidrieras, realizadas en el taller de Jules Maumejean de Biarritz, son aún el elemento más destacado del edificio. En el centro de la imagen vemos que una señora mayor se ha acercado a una de esas típicas fuentes del león pamplonesas, tan maltratadas durante mucho tiempo. Hoy hasta cuentan con su propio blog ("fuentes del león, maravilla de Navarra"), abierto por un concienciado grupo de ciudadanos. Al fondo de la calle, por último, se adivina la silueta del Palacio Real de Pamplona, rebajado al nivel de cuarteleras dependencias por el Ramo de Guerra para albergar su Capitanía General. Allí, tan solo 17 años más tarde, los conspiradores de 1936 trazarían sus planes para el Glorioso Alzamiento. Y es que, ya se sabe, la ociosidad es la madre de todos los vicios...
HOY EN DÍA, y a la hora de discernir los cambios operados en la zona, podemos dividir la imagen en dos mitades bien distintas. La hilera de casas de la izquierda se mantiene idéntica, con la silueta de las torres de San Fermín de Aldapa rematando en alto. Comprobamos también, con alivio, que sigue en su sitio la fuente del león, que ha sobrevivido al cierre de la empresa que las fabricaba, Casa Sancena. Hasta los árboles hoy existentes, deshojados como los de 1919, parecen querer hacernos creer que no ha transcurrido un siglo entre ambas fotografías.
Así las cosas, debemos conceder que es en la mitad derecha de la imagen donde se acumulan los cambios. El viejo convento de las Adoratrices fue transformado en el año 2009 en elegante hotel, que lleva el evocador nombre de Puerta del Camino. En cuanto a la Capitanía Militar, sufrió décadas de un abandono sospechoso de intencionalidad, que la dejó sumida en la más absoluta ruina. Así quedaba más margen de maniobra para el internacional y famosísimo arquitecto que vendría a restaurar el edificio, más preocupado por darle su sello personal que por recuperar un viejo palacio de la Pamplona medieval. Un buen ejemplo de la impronta que ha marcado la trayectoria de unos consistorios caracterizados por el desarraigo y el desprecio por lo intrínsicamente propio.
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