"Si vuelvo a nacer, de no ser torero, volvería a ser tasquero", afirma sin dudarlo Lucio Riesco, sin cansancio después de llevar 40 años tras la barra del bar Hawai. El 15 de agosto de 1973, Lucio y su mujer Mila Valerdi entraron en este establecimiento ubicado en la calle Navarro Villoslada de Pamplona. Él se jubiló desde mayo y ahora es Mila quien lleva el peso de este histórico lugar hostelero de la ciudad. "Ha sido mi vida y seguirá siéndolo", comenta el propietario.

El exótico nombre del local no tiene nada que ver con su apariencia interior. "Nosotros somos los terceros arrendatarios del lugar, y cuando abrió como cafetería era la época en la que en Pamplona se ponían nombres de ciudades americanas a los establecimientos", explicó Riesco. El bar es un pequeño museo taurino, con carteles antiguos (algunos datan de 1700 y 1800) y fotografías y artículos de prensa sobre toreros. Incluso la emblemática peña taurina Los Dobladores de la vieja Iruña se creó en este establecimiento. "Este local ya tenía antecedentes taurinos, de hecho nos sigue llegando propaganda de apoderados que tenían relación con peñas taurinas, pero yo le di mi aire como aficionado a los Sanfermines y a la Feria del Toro", comenta el propietario.

Por otro lado, es un rincón de reunión para los amantes de las montañas del Pirineo y del Camino de Santiago, ya que Mila es una activa aficionada a la montaña. Un lugar acogedor bajo el cariño de Mila y la cada vez locuaz tertulia de Lucio". "Es un establecimiento con muchas añoranzas entre gente del pasado ya que tuvo mucha vida dentro de la sociedad de Pamplona al ubicarse en la zona del Ensanche en los años 60", destacan. Además, este lugar les ha permitido conocer personas de todo tipo y de diferentes lugares. "A raíz de la fiesta del toro hemos hecho muchas amistades, que nos reunimos durante San Fermín para hacer una comida y vamos a sus ferias", cuenta Lucio.

La pareja se dedica a la hostelería "desde que nos salieron los dientes". Se conocieron trabajando en el hotel Alzania, de Ziordia, y en los años 70 regentaron una cervecería en el Casco Viejo de Pamplona, ya como matrimonio. "Hemos visto pasar media vida desde aquí. En este banco (un txoko dentro del bar) se han creado muchas parejas, que venían cuando empezaban a salir, y ahora son padres e incluso abuelos", relata Lucio. Después de tantos años, los clientes se han convertido en amigos. "El 90% no hace falta que pida porque ya sabemos lo que va a tomar", comenta. "Yo recuerdo que les daba chupachups a los niños que venían con sus padres y bromeábamos diciendo que iban a ser los clientes del futuro. Y así ha sido", añade Mila. Y lo sigue haciendo. Otra de las características del local tiene que ver con las artes culinarias de Mila. "Ha cogido mucho prestigio con su comida sencilla y rica", dice Lucio. Los detalles se cuidan y la comida que se sirve tiene un punto clásico, tradicional: manitas de cerdo, carrilleras, ajoarriero, alcachofas... "Soy una cocinera de la vieja guardia", afirma Mila. "Puede parecer que estemos encasillados en lo clásico, pero es lo que mejor sabemos hacer", apunta Lucio.

Precisamente, creen que este es el secreto para que después de 40 años sigan dedicándose a la hostelería con ilusión. "Nunca hemos pensado en abandonar y dedicarnos a otra cosa. Poder trabajar en hostelería después de 40 años era nuestra mira, a lo que aspirábamos", indica Lucio. Y todo ello con la sombra de la crisis encima, ya que como a muchos negocios hosteleros, la crisis económica les ha afectado en los últimos años. "Estos tiempos son peores que los inicios, pero la clientela fiel te da fuerzas para seguir trabajando".

Después de 40 años al pie del cañón, no están cansados. De hecho, si alguna espina clavada les queda es no haber podido montar un local estilo taberna, en el que ofrecer tapas y vinos finos de Sanlúcar de Barrameda y Jerez de la Frontera, una oferta que mantiene dentro de su carta de vinos del Haway. "Estoy convencido de que una tasca así hubiese salido adelante aquí", señala Lucio. El ejemplo está en ellos mismos, que con trabajo, cariño y cercanía siguen con l a misma ilusión que el 15 de agosto de hace 40 años.