PAMPLONA - Sonriente y extrovertida, la pamplonesa Puy Lizarraga, de 59 años, contagia su espíritu juvenil y alegría a cada uno de sus clientes. En su puesto, Tierra Cósmica, se puede comprar de todo, desde pendientes y carteras hasta fósiles y abanicos.

Lleva más de 30 años vendiendo y es una habitual de San Fermín y de la Feria de Navidad, en donde trabaja desde el primer año en que se celebró.

Su primera experiencia en la venta ambulante fue cuando tenía 27 años. “Quería ver mundo”, dice, y comenzó por Marruecos. “Me fui con un amigo y el país nos causó impacto. Era increíble, una cultura completamente distinta a lo que conocíamos. Nos encantó”. Mientras visitaban los mercados del país, su amigo se fijó en unos cinturones y pensó que allí podía haber negocio. “Me dijo que se podían vender y sacar beneficio, así que nos volvimos a Pamplona y después de vendérselos a una tienda, regresamos a Marruecos”.

Hicieron tres viajes al país africano en menos de tres meses, hasta que convirtieron su pasión en un trabajo. “La tercera vez compramos mucho género y nos pusimos a venderlo en San Nicolás, en pleno San Fermín”. Esa experiencia le cambió la vida. Se dio cuenta de que era lo que buscaba. “Vendo lo que me gusta, cosas que yo misma compraría”.

Este trabajo le da mucha libertad, de hecho, a día de hoy no tendría un empleo fijo, con un jefe que le mande. “No me apetece trabajar todos los días y mucho menos aguantar a alguien. Soy mi propia jefa y organizo mi tiempo a mi manera”, asegura convencida. Aunque puntualiza que no cree en los “nunca jamás” y que, “quién sabe dónde te llevara la vida”.

Puy es un ejemplo de que es posible vivir de la venta ambulante e incluso tiene una casa con un pequeño terreno a 20 kilómetros de Pamplona. Lo que para ella es un paraíso.

En verano hace “galas”, como ella las llama, y se recorre ciudades de todo el país, como si se tratara de una gira de un grupo de rock: Vitoria, Calahorra, Lugo... siempre dejando algo de espacio entre feria y feria para recuperar fuerzas. Por supuesto, todos los años regresa a Pamplona en San Fermín. Como si fuera la primera vez, aún mantiene esa mirada aventurera y sus palabras transmiten cierta ensoñación, una ilusión que sigue intacta desde el primer día que deseó ver mundo.

futuro Por ahora no piensa en jubilarse. “No es el momento”, dice, “pero tengo claro que no quiero estar toda la vida vendiendo”. Ha pensado en dedicarse a la artesanía, ya que algunos de sus collares y pulseras los fabrica ella misma. “Cuando fabrico piezas se me pasan las horas sin darme cuenta”, asegura. Y también es una enamorada de la danza, en concreto de la biodanza, una forma de autodesarrollo que combina el movimiento y la música. Mediante esta práctica “se tiene una mayor conciencia de uno mismo” y también sirve para expresar las emociones. No sabe en qué trabajará, pero está segura de que seguirá “activa”.

Respecto al supuesto fin de la crisis y la recuperación económica, muestra sus dudas. “No creo que refleje la realidad. Para mí es un camelo, cada vez hay más gente que tiene menos poder adquisitivo y más personas que lo pasan realmente mal. Desde luego, notamos que se compra con menos alegría y nos cuesta más vender”.

Su filosofía de vida se puede resumir en una frase: “La vida es como un río y hay que fluir. Si fluyes con la vida, te llegará lo que necesites en cada momento”. Insiste en que a veces nos empeñamos en hacer algo que no está destinado a nosotros y peleamos contra las dificultades, sin darnos cuenta de que ese no es nuestro camino. El de Puy Lizarraga todavía está por definir. Y sigue en movimiento.