pamplona - Lleva al frente de la Comparsa de Gigantes y Cabezudos de Pamplona desde 1990, cuando el fenómeno ya empezaba a despuntar, aunque seguía siendo un acto festivo básicamente concebido para los de casa, en las antípodas del ambiente nocturno que se genera en los Sanfermines, muy apropiado para el desfogue de la chavalería y para imágenes tiernas de los emocionados progenitores. También iba cantidad de gente -familias enteras, silletas zigzagueantes, txikis en desbandada y abuelos en apuros- pero no al nivel de lo que se viene registrando últimamente en torno a las 25 figuras de cartón piedra de la comparsa pamplonesa.

Como presidente de la asociación, Jesús María Ganuza Senosiáin ha tenido mucho que ver en esta evolución y reconoce con humildad que buena parte del éxito actual se debe al trabajo que comenzó en los años 80 y 90, cuando los padres y madres que ahora andan con las silletas de un lado a otro conocieron de cerca la magia que generan los gigantes, gracias a que algún mayor decidió un día que fueran a ver la comparsa. Y la tradición se ha mantenido muy firme y sólida, hasta el punto de que se trata del segundo acto sanferminero que más público congrega, solo superado por los imbatibles fuegos artificiales.

Aunque las fiestas acabaron el viernes pasado, con una despedida de película para los gigantes, el trabajo de la comparsa no se detiene. Lo primero ha sido arreglar las ‘heridas de guerra’ que el trajín de las fiestas ha dejado en las figuras, sobre todo en el Rey Negro, que sufrió un percance el 6 de julio, y en algún kiliki, como paso previo al balance habitual sobre las fiestas, pensando ya en las del año que viene.

hasta el mínimo detalle Desde que dejó de bailar -durante mucho tiempo fue el danzante de la Reina Europea- se encarga de la organización de la comparsa, elabora el trayecto que los gigantes completarán cada día, calcula el tiempo previsto entre paradas y detalla dónde bailarán y qué pieza. Meses antes, como ha ocurrido este año, visita algunos de los locales por donde van a pasar los gigantes y cabezudos. “Decidimos este año hacer un homenaje a los comercios centenarios, más de cuarenta. Les hemos entregado un pañuelo de la Comparsa a la docena que homenajeamos estos Sanfermines. Me hizo especial ilusión la visita a la mercería La Fama de la Calle Mayor, ya que me dijo que está a punto de cerrar”.

También lleva el control de todos los integrantes que toman parte en el recorrido diario, 66 personas incluidos los txistularis, más los 21 gaiteros contratados para las fiestas. En el calendario observa que varios fallaron algún día y asegura con cierto tono de nostalgia que “hace años no había ni una baja en todas las fiestas, pero todo cambia y esto también”.

Lo que peor lleva es el papeleo que se genera y todos los trámites burocráticos que deben realizar desde los cambios legales introducidos en 2013, cuando fueron obligados a dar de alta en la seguridad social y tener un seguro a todos los integrantes de la comparsa que tomen parte en el recorrido diario.

Le gustaba bastante más como funcionaban antes, cuando no existían tantos formulismos, lo que permitía, por ejemplo, una mayor flexibilidad a la hora de organizar los bailes de los gigantes o tocar una pieza con el txistu. También echa de menos el anonimato que tradicionalmente han tenido los integrantes de la comparsa y más libertad a la hora de interpretar los bailes.

“nivel más alto” Tiene claro que el nivel de la comparsa ha subido de forma sobresaliente en los últimos años. Están bien preparados, bailan mejor que antes y entrenan a conciencia desde meses antes al inicio de las fiestas, lo que les permite manejar hasta 115 coreografías. En la actualidad integran la comparsa 102 personas y hay más trescientas en lista de espera, confirmando la excelente salud de la que goza esta asociación a diferencia de lo que ocurre en otras localidades.

“Creo que el secreto está en no aburrir al público y eso pasa oír no exponer demasiado a los gigantes y cabezudos. Si estuvieran todo el día en la calle o participando en alguna de las innumerables concentraciones de gigantes que ahora se celebran seguro que no tendrían la misma aceptación”, comentó Mari Ganuza. Se le ve con cuerda para rato y con la ilusión intacta. Da igual los años que lleve. Las sonrisas de grandes y mayores con sus figuras no tienen fecha de caducidad.