pamplona - Situado en la calle Ciudadela 13, en el chaflán con San Gregorio, ha sido durante décadas uno de esos bares del café, copa, puro y partida de mus del Casco Viejo. El mítico Anaitasuna, el Anaita, antes de la mano de Jacinto Elola, y desde el 4 de abril del año 1982 con Javier Seminario y su primo Luis, y su mujer, Encarnación Marín, detrás, bajará la persiana definitivamente el 15 de julio. Atrás queda una larga historia forjada en sus mesas de mármol, ya que hasta la peña Anaitasuna ocupó las dependencias de su parte trasera como sede entre 1950 y 1955.

En su última andadura, de la mano de la familia Seminario-Marín, el Anaita se ha mantenido activo los últimos 36 años. El derribo del inmueble, que comenzará el 1 de agosto, dará paso a un proyecto de viviendas previsto por la propiedad para este edificio. “El proyecto viene rondando desde hace ya 11 años, y nos veníamos haciendo a la idea”, explicó Cristina Seminario, hija de los propietarios y trabajadora del Anaitasuna. Aunque no pudo dar muchos detalles, al parecer una sentencia reciente ha dado luz verde al derribo, para el que ya en 2008 el Ayuntamiento de Pamplona también dio autorización. Entonces la mercantil Irutrés SL preguntaba por la posibilidad de derribo para un proyecto de 7 viviendas. Según Seminario, en la actualidad la propiedad había cambiado. “Llevamos 11 años con juicios”, dijo y añadió que “parecía que el proyecto no se iba a llevar a cabo por la crisis, pero ha llegado”, lo que supone dejar en la calle a un grupo de 8 personas. Porque en el Anaitasuna continúan todavía trabajando Javier Seminario y Encarnación Marín, y en los últimos años se habían sumado sus hijos Cristina y Jon. En el equipo están también Iñaki Mutilva, Antonio Monreal, y las cocineras Rosalín y Roxana. “Nos gustaría empezar un nuevo proyecto de hostelería”, explicó Cristina, quien recuerda con nostalgia cómo pasó sus años de infancia en el Anaita, un local que ha sido testigo de “buenos momentos y alegrías de muchos pamploneses”, mucha clientela fiel a la que la familia Seminario-Marín traslada su agradecimiento “por estas cuatro décadas”.

“No nos han dado opción”, añadió esta joven de 30 años que reconoce que todo el equipo está triste, porque son más de 30 años. A mis padres les ha tocado al borde de la jubilación”, dijo y concluyó que “nos gustaría seguir en la hostería pero en lo viejo está muy difícil, porque los precios están por las nubes”.