Aranzadi: un lujo abierto a la ciudadanía
El meandro a los pies del Casco Viejo, corazón de la agricultura de la ciudad durante siglos, se convertirá en el segundo parque de uso público de Iruña con la creación del nuevo Ekoparque
Desde 2012 la imagen de Aranzadi está ya muy lejos de ser lo que era, un paisaje casi de cuento, por el que los paseos eran amables en cualquier época del año. Próximamente, el viejo meandro pasará a convertirse en el segundo parque más grande de la ciudad, al que el propio Ayuntamiento ya ha denominado como “el corazón verde de Pamplona”.
Es muy posible que ya los primeros pobladores de la primitiva Iruñea cultivaran en la zona de Aranzadi. Una área fértil y rica, bañada casi por los cuatro costados por el río. Pero las primeras referencias escritas de su existencia tardaron en aparecer. Según recoge David Mariezkurrena, uno de los historiadores que más ha estudiado Aranzadi, “las inscripciones más antiguas sobre el término son del siglo XIII”. Pocos años después, en 1350, afirma Mariezkurrena, los archivos de la parroquia de San Cernin hablan de un “huerto en la zona de Aranzadi”, por lo que además de reconocer la zona como agrícola especifica que ya se conocía así el término. Su denominación, recoge Mariezkurrena, vendría del euskera, de la palabra arantzedi, “lugar de espinos” en su traducción castellana.
Sin embargo, la estructura de terrenos que ha llegado hasta nuestros días es la propia del siglo pasado, marcada por la hegemonía de la familia Arraiza. Así lo recuerdan quienes han pasado su vida entera entre las huertas rodeadas por el Arga. “La mayor parte del meandro fue de su propiedad, igual en un 80%”, recuerda Juan Mari Soto. Su familia fue durante años aparceros de la familia Arraiza, que tenía en Aranzadi, especialmente en su casa, llamada “Aitarentxoko”, su lugar de recreo veraniego. De la misma manera que los Uranga lo hicieron en su casa-palacio de Burlada, o años antes familias burguesas de Pamplona construyeron en Villava el casino de Besta Jira, Los Arraiza encontraron en Aranzadi un lugar donde descansar, rodeados de su servicio doméstico, separándose apenas un kilómetro del centro de la capital navarra.
La familia Arraiza es la que ha dejado mayores vestigios en Aranzadi. Suyo era el hórreo de estilo asturiano que hoy luce en medio del meandro, hasta donde llegaba la finca hasta la construcción de la primera fase. Desde que en 2012 las máquinas construyeran sobre las huertas la primera fase del parque, el aspecto de Aranzadi ha sido desolador. La primera actuación del Ayuntamiento en Aranzadi fue constestada por un importante rechazo social que respondió con movilizaciones que se saldaron con varias detenciones.
“Antes era un lugar vivo y desde entonces está muerto”, expresa Mariezkurrena , que como vecino de la Chantrea frecuentaba una zona perfecta para el paseo. En los últimos años el abandono se ha hecho más evidente, especialmente en el convento de las Agustinas de San Pedro, adquirido por el Ayuntamiento a la extinta Caja Navarra, al que ahora busca dar una salida. Además, desde el año 2017, se produce una okupación en la segunda vivienda en la finca de los Arraiza (antiguamente utilizada como residencia del jardinero y de dos hermanos).
La crisis frenó en buena medida el plan del equipo de Gobierno de Barcina. Sólo se realizó la primera fase, consistente en la creación de huertas urbanas de alquiler, un bosque de crecida que evitara las inundaciones y otras instalaciones como el centro de interpretación de Casa Gurbindo. La segunda fase, tenía prevista la creación de un “espacio de celebraciones”, que no se llevará a cabo en el nuevo proyecto del Ekoparque Arantzadi.
Con él, el Ayuntamiento de Iruña pretende proteger la raíz de cultivo ecológico y de proximidad que realizaron agricultores como Agustín Beroiz durante 35 años, y además, divulgar ese conocimiento a todas aquellas personas que quieran recibirlo a través de las escuelas y lugares de interpretación de la naturaleza que tendrán cabida en el nuevo parque de Arantzadi.
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