Juan José Gómez, responsable de Autonomía en el Área de Acción Social , enumera las 15 claves para ofrecer un servicio de calidad:
buen trato –respetar la dignidad de la persona que recibe los cuidados–, individualidad –cuidar desde las necesidades y preferencias manifestadas por la propia persona–, favorecer la autonomía, evitar la sobreprotección, escucha activa –prestar plena atención a lo que la persona nos comunica tanto de forma verbal como no verbal–, empatía –colocarse en el lugar de la otra persona, esforzarse por comprender sus sentimientos y necesidades–, empoderamiento –reforzar la autoestima y autonomía de la persona dependiente poniendo el acento en las fortalezas y logros conseguidos, negociación –, encontrar alternativas y soluciones a las dificultades detectadas desde la comunicación en vez de la confrontación o imposición–, flexibilidad –adaptar los cuidados y los tiempos requeridos a la situación particular y única de la persona–, rutina –mantener unos hábitos de cuidados clara y reconocible–, ergonomía –adaptar el entorno de los cuidados para prevenir riesgos y/o lesiones en el cuidador y persona dependiente–, usar ayudas técnicas y/o productos de apoyo –fundamental para mantener la autonomía de la persona, mejorar su calidad de vida y ayudar a los cuidadores –, formación –adquirir conocimientos y habilidades que faciliten y favorezcan la calidad en los cuidados–, compartir los cuidados o buscar apoyos externos –SAD, centros de día, voluntariado...– para evitar situaciones de sobrecarga y “claudicación familiar”, autocuidado del cuidador –realizar actividades que fomenten la desconexión y el bienestar personal– y mantener momentos de calidad y calidez con la persona dependiente.
Principales errores
Juan José indica que uno de los principales errores consiste en movilizar incorrectamente a las personas dependientes. Por ejemplo, cuando se les traslada de una silla a la cama. Como consecuencia, los familiares suelen sufrir lesiones como sobrecargas de espalda.
Otro de los errores más comunes es la escasa prevención de riesgos laborales o de caídas en la vivienda o no promocionar la autonomía de las personas dependientes.
“Muchas veces, el familiar, con buena voluntad, ayuda demasiado y el efecto es negativo porque su autonomía se reduce a la mínima expresión. Se debe ayudar a que continúe haciendo aquellas actividades que todavía es capaz”, explica.
Además, recomienda que los familiares pongan énfasis en las labores de autocuidado. “Se debe evitar la sobrecarga del cuidador porque su proyecto vital a nivel personal, social y laboral queda muy condicionado y mermado. Está demostrado que cuando se llega a esas situaciones el coste para la persona cuidadora es muy alto y también repercute en la calidad de los cuidados. Lo ideal es compensar, equilibrar las figuras que receten los cuidados”, recomienda.