El paseo de Sarasate acogió este miércoles el tradicional mercadillo de San Blas con 21 puestos que venden roscos y dulces, con una afluencia de más de 10.000 personas, según datos del Ayuntamiento.

Desde el Ayuntamiento de Pamplona han agradecido el comportamiento de la ciudadanía ya que, "aunque hubo en muchos momentos largas colas para poder acceder al recinto perimetrado, se mantuvo siempre la distancia de seguridad en la espera y se cumplieron las medidas preventivas determinadas por el Consistorio para la celebración del evento".

La pandemia de la covid-19 ha obligado al Ayuntamiento de Pamplona a trasladar el mercadillo de la plazuela de San Nicolás y la calle San Miguel ya que no cuentan con la amplitud necesaria para mantener la distancia de seguridad, y esta mañana ha sido necesario armarse de paciencia para acceder al recinto, porque la fila de personas que aguardaban su turno para adquirir los sabrosos productos obligaba a esperar unos cuantos minutos.

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El mercadillo de San Blás

Los 21 puestos se han colocado en una sola línea y en la parte central del paseo desde la zona frente a la iglesia de San Nicolás hasta el entorno del monumento a los Fueros. Ese espacio se ha cerrado con 200 vallas y cuatro personas vigilan los accesos para poder controlar los aforos máximos de 165 personas, las distancias y las medidas preventivas establecidas por la normativa para evitar contagios. “Me ha sorprendido (el cambio). La calle ofrece más espacio y menos gente aglutinada, algo que en estos tiempos es impensable”, opinó Esther Vaquedano, que se encontraba paseando por el mercadillo.

Para facilitar el control del aforo, el mercadillo cuenta con una entrada y una salida diferenciadas, que ha derivado en largas colas. La entrada se ubica en la zona cercana a la puerta de la iglesia de San Nicolás y la salida junto al monumento a los Fueros. El mercadillo está abierto desde las 9.00 horas y hasta las 20.30 horas y solo se venden roscos y dulces, excepto productos con nata o crema pastelera.

En uno de los puestos se encuentra María Jesús Hernández, de dulces artesanos Virgen de Ujué: “Es un oficio sacrificado, pero todas las generaciones lo hemos ejercido, por lo que me enorgullece estar hoy con mi hija aquí ayudándonos a vender roscos, caramelos y tortas”.